Un Rurouni Para tus Pensamientos
un fanfic de Rurouni Kenshin
por Information Specialist
traducido al español por Azur
Rurouni Kenshin y personajes mencionados en este texto son Copyright
© Nobuhiro Watsuki.
Capitulo 7: Confesiones
—¡Sosténla más fuerte, Ken-san! ¡Todo este movimiento hará que las heridas
vuelvan a abrirse!
Kenshin ya lo sabía. Tenía claro que desde que las heridas de Kaoru habían
comenzado a cerrarse sin ayuda médica; no había necesidad de suturarlas.
Pero sus repentinos movimientos causaría que la frágil piel se rasgara
y re abriera. Si esto llegaba a suceder, lo más probable es que sangrara
hasta morir. La única forma rápida y efectiva para cerrar las heridas
y detener el sangrado es aplicar calor directo. Las dos formas de hacer
esto son, o esparcir pólvora sobre la piel abierta y encenderla, cuya
explosión forzaría a la piel a cerrarse, o calentando una varilla de metal
al rojo vivo y presionarla contra las heridas. Kenshin se encogió ante
el pensamiento de utilizar semejantes medidas con Kaoru, especialmente
después que ya había sufrido suficiente dolor. Mientras la sostenía por
los brazos, suave pero firmemente, maldijo al hombre que era responsable
de los tormentos que Kaoru estaba viviendo. De pronto, sintió como ella
se relajaba sobre sus brazos. Su respiración se hacía más lenta, y se
inclinó de nuevo hacia su futón.
Lentamente, él la dejo ir.
—¿Ahora está bien? —le susurró a Megumi, sin dejar nunca de mirar a Kaoru.
—No lo sé...
Sano corrió tan rápido como pudo, con una bolsa de hielo en sus manos.
Prácticamente estaba en el Dojo. Al doblar la esquina, pensó, Juro
que cuando le ponga las manos a ese maldi—
Antes de poder terminar el pensamiento, una larga pierna apareció de
la nada haciéndolo tropezar. Sano estaba rabioso. ¿Quién podría estar
en la calle a estas horas de la noche? Era muy mal momento para que alguien
quisiera tener una pelea con él.
—¡Che! ¿Qué diablos crees que estás haciendo? Tu... —Sano sintió como
su mandíbula caía prácticamente hasta el suelo—. ¡TU! ¡Estás vivo!
Se recuperó, y se encontró cara a cara con Saitoh, quien, divertido,
mostraba una sonrisa burlona en su rostro.
—Ten cuidado o se te meterá una mosca en la boca —le dijo en ese molesto
tono de superioridad.
Sano sacudió su cabeza; podría combatir al fantasma más tarde. Primero,
tenía que llegar al Dojo. Lanzándole al Lobo una helada mirada,
salió corriendo, apenas rozándolo al pasar. Saitoh lo observó pensativo.
Parece que llegué muy tarde.
Cinco horas después, Kaoru despertó. Lo primero que vio fue a Kenshin,
quien, sentado contra la pared, parecía estar dormido. Después, observó
detenidamente a Sano y a Megumi. Los dos estaban apoyados contra la pared
frente a ella. Megumi descansaba su cabeza en el hombro de Sano.
Kaoru se sentó lenta y tranquilamente. Se preguntaba por qué todos estaban
en su habitación. La confusión no permaneció mucho con ella, a lo que
continuaba observando a la pareja frente a ella. Su corazón empezó a doler.
Se veían tan naturales juntos. Sano cubría con su mano la de Megumi en
forma protectora y posesiva.
Sano realmente ama a Megumi. Aunque lo demuestre en forma aniñada,
discutiendo y peleando con ella, él realmente la ama. Era obvio para todos,
menos para mí.
Los pensamientos acerca de cierto samurai y los imposibles sentimientos
que ella deseaba que él tuviera hacia ella comenzaron a rondar su mente.
Alisó la manta de su futon, tratando de apaciguar y alejar sus fantasías.
De pronto, sintió el frío de la medianoche correr por su espalda desnuda.
Pensando que su kimono se habría corrido, movió sus manos para sujetarlo
más fuerte a su alrededor, cuando se vio a sí misma. Vio el kimono deliberadamente
apartado, tirado hacia atrás por manos que no eran las de ella. Vio las
magas levantadas hasta los hombros, lo vio todo.
Kenshin observó a Kaoru por debajo del cabello que caía sobre su rostro.
Parecía estar bien. Desvió la mirada al verla extenderse sobre su kimono.
Debe estar revisándose las heridas... Entonces escuchó un sonido
sospechoso. Sonaba como algo deslizándose. Como un cuchillo siendo desenvainado.
Levantó la cabeza justo a tiempo para ver a Kaoru hundir un cuchillo contra
su corazón.
—¡Kaoru-dono! ¡NO! —Utilizando la velocidad que le permitió derrotar
a Soujiro, Kenshin atrapó el brazo de Kaoru. Pero no logró hacerlo a tiempo.
La afilada hoja del cuchillo entraba entre los pliegues del kimono de
Kaoru, pero no fue más profundo. Sano y Megumi, que habían sido despertados
por el grito de Kenshin, los observaban fijamente, con sus bocas abiertas
en shock. Kenshin intentó decirle algo a Kaoru, quien giró a mirarlo.
El estaba horrorizado por lo que casi sucedió. Kaoru lo observo con helada
furia.
—Estabas despierto. —Esto era una afirmación, no una pregunta, y a pesar
de que salió de los labios de Kaoru, no fue dicho con su voz, fue dicho
en una voz que Kenshin no pudo reconocer, una que no coincidía con Kaoru.
O tal vez sí, con la forma en que ella era ahora. Kenshin se dio cuenta
de que Kaoru lo había hecho a propósito. Que su objetivo no era el suicidio
pero...
¿Cuáles habían sido sus intenciones? Ella quería probarlo, pero,
¿por qué...? ¿Qué esperaba ella de él?
Kaoru le sonrió falsamente.
—No te asustes tanto, Kenshin. —Sacudiendo la cabeza, sacó de un tirón
su brazo de la mano de Kenshin, envainó el cuchillo, y lo puso de nuevo
dentro del kimono. Después, observó detenidamente a Sano, Kenshin y a
Megumi, uno por vez.
—No pueden entender las indirectas, ¿verdad? ¡¿Por qué se tienen que
involucrar en algo que no tiene NADA que ver con ustedes?!
—Demo, Kaoru, solo queríamos ayudar... —comenzó Megumi.
—¿Y lo hicieron, Megumi-san? ¡NO! No pueden ayudarme, nadie puede. En
lugar de eso, me drogaron. Mientras estaba dormida, me expusieron, ¡solo
para satisfacer su curiosidad!
—Eso fue bajo, incluso para ti, Battousai.
La persona que dijo eso tenia una voz baja y segura, y provenía de la
esquina de la habitación. Todos miraron en esa dirección para ver a Saitoh,
de pie contra la pared.
—Estás vivo. Había comenzado a pensar que había imaginado tu regreso.
—No, yo soy demasiado importante como para morir tan fácilmente —respondió
calmadamente Saitoh.
—Saitoh, ¿por cuánto tiempo has estado allí, y por qué estás aquí? —preguntó
Kenshin.
—Lo suficiente —respondió con una sonrisa presumida—. Vine a prevenirlos
porque es posible que alguien esté tras la chica. Supongo que ya lo saben.
De cualquier forma, debo ir a interrogarla.
—¿Qué...? ¿Quién esta tras Kaoru? —preguntó Sano.
—¿Y que quieres decir con ir? —agregó Megumi—. Kaoru esta aquí mism...
—Giró hacia donde estaba Kaoru. No había nadie. Giró de nuevo, Kenshin
y Saitoh se habían ido. Ella y Sano se miraron desconcertados.
Kenshin observaba a Kaoru. El la había seguido hasta que ella se sentó
bajo uno de los árboles del patio del Dojo. Al haber mantenido una distancia
prudente, ella no podía verlo. El la observaba, sentada allí. Pensando
de nuevo en lo que ella había hecho, su conversación con Megumi, y su
intento de suicidio. El sabía que ella no intentó realmente quitarse la
vida, ella simplemente lo estaba desafiando. Pero, ¿por qué?
¿Por qué no vas y le preguntas? sugirió una voz en su cabeza.
Meditó el pensamiento por un momento. Tal vez lo haga. Kaoru y yo siempre
pudimos hablar de cualquier cosa. Bueno, casi...
En realidad nunca habían hablado sobre lo que sentían el uno por el otro,
o por qué no le dijo nada cuando ella lo fue a buscar a Kyoto. ¿A quién
estaba engañando? De lo único que hablaban era acerca del entrenamiento
de Yahiko, o de un nuevo enemigo. Bueno, siempre hay una primera vez
para todo. Hablaré con ella y averiguaré que esta pasando.
Completamente decidido, se encaminó hacia ella. Cuando llegó, se detuvo
frente a ella. Ella levantó la cabeza y lo miró con ojos determinados.
Antes de que él pudiera decir algo, ella dijo algo que le hizo olvidar
todo lo que le quería preguntar.
—Kenshin —ella comenzó, con voz fuerte y clara—. Te amo.
Kenshin pestañeó violentamente. Acaba de decir que... Su mente
se congeló en un instante. ¿Cómo debía de responder? ¿Qué le podría decir?
Como su ella pudiera leer sus pensamientos, continuó:
—No necesitas decirme nada, Kenshin, pero yo sí. Necesito decirlo. Lo
que dije, lo dije en serio.
A medida que hablaba su voz se hacía mas y más débil, como si el esfuerzo
de haber dicho las primeras palabras con tanta fuerza la hubiera cansado.
—Kaoru-dono... —Kenshin hablaba en voz baja. ¿Por qué le estaba diciendo
estas cosas justamente ahora? Ella subió la mirada hacia él, y lo observó
con ojos serios, como pensando que él no le creía.
Ella elevó la mano derecha, cerrando la en un puño y apoyándola contra
su pecho.
—Duele.
Kenshin la observó. Dejando a un lado las cortadas y moretones en su
rostro, se veía adorable. Sus ojos azules, llenos de lágrimas, parecían
estrellas en el cielo nocturno.
—Duele, Kenshin. Aquí mas que en ninguna otra parte... es por eso.
Kenshin finalmente comenzó a registrar lo que ella le estaba diciendo.
El solía pensar que ella se apegaba a él para de alguna forma lidiar con
la soledad, pero claramente, este no era el caso. Pero, a la vez, él estaba
confundido. Si realmente sentía lo que había dicho antes, porque había
dicho todo eso sobre Megumi. Este no es el momento.
Kaoru estaba frente a él. Claramente, esperando una respuesta. ¿Pero
qué podría decir? Ella lucía muy vulnerable; él quería reconfortarla,
acercarla a él. ¿Pero que pasaría si ella tomaba su comportamiento de
forma equivocada? ¿Qué pasaría si ella pensaba que él le corresponde a
sus sentimientos? ¿Lo hacía? ¿Correspondía a los sentimientos que ella
le había expresado?
No realmente.
Lo hacía hasta cierto punto pero no de esa forma, no de la manera que
ella lo deseaba. Fue cuando supo lo que tenía que hacer. Sabiendo muy
bien que lo que le iba a decir le causaría aún más dolor, no soportando
el mero pensamiento de ver el efecto de sus palabras en su rostro, miró
hacia otro lado.
—Gomen, Kaoru-dono, no puedo decir que tengo los mismos sentimientos
por ti.
Kaoru comenzó a respirar temblorosamente.
—¿Por qué, Kenshin? —le preguntó con voz titubeante. El no contestó.
—Gomen nasai —le dijo, volviéndose a mirarla, y arrepintiéndose instantáneamente.
Ella lucía totalmente devastada, echa pedazos.
¡Che! Voy a matarlo, pensó Sano, quien observaba a la pareja desde
una estratégica posición detrás de un árbol. Decidió escuchar la respuesta
de Kaoru antes de hacer algo drástico.
—Yo... yo, entiendo —ella contestó, su voz pesada por el esfuerzo de
mantener la entereza—. Lamento haberte puesto en una situación incómoda.
¡Kuso! Definitivamente voy a matarlo, decidió Sano. Vio después
como Kaoru giraba para no ver a Kenshin.
—Si no te importa, me gustaría estar sola —dijo Kaoru, esperando que
se Kenshin se marchara.
¿Realmente espera que me vaya después de lo que acaba de pasar?
pensó Kenshin.
Vete, Kenshin; solo aléjate de aquí, pensó Kaoru. Necesitaba tiempo
para ordenar sus pensamientos para recobrar la entereza. No podía hacerlo
con él allí, tan cerca de ella. Kenshin permaneció allí. Pareciera como
si él no entendiera lo que estaba sucediendo. No lo culpo. No entiende
lo que está pasando.
De pronto, el dolor se convirtió en ira. Además del hecho de que él,
Megumi y Sano entraron a hurtadillas en mi cuarto y... Este simple
pensamiento hizo que Kaoru se sintiera tan furiosa que se asustó de si
misma. El cambio de emociones fue realmente instantáneo. La ira era tan
ardiente, que la quemaba por dentro, e iba a explotar en frente de Kenshin
si este no se iba ya.
—Kenshin —dijo entre dientes—, por favor, vete ahora. —Kenshin comenzó
a caminar, pero no se alejaba, iba hacia ella. Kaoru entró en pánico.
Le dio la espalda, pero él no se detuvo. No necesitaba explotar frente
a él otra vez. Las cosas ya estaban bastante mal como estaban. A medida
que él se acercaba sintió algo más.
Estaba asustada, tenía miedo de él, de ella misma, de todo. Giró sobre
si misma y corrió hacia el Dojo sin siquiera darle una segunda mirada.
—¿Qué le pasa a tu mujer, Battousai? Parece que tratara de escapar de
ti —se burló Saitoh, saliendo de la nada y volviendo la mirada hacia Kaoru.
Kenshin cerró sus ojos con fuerza. Había estado tan centrado en Kaoru,
que no había notado la presencia de Saitoh.
—Es muy interesante, parece que en lugar de ser el asesino de sangre
fría, te has convertido en un rompecorazones de sangre fría —continuó
Saitoh, divirtiéndose con la situación.
Le tomó a Kenshin toda su fuerza de voluntad, pero dejó pasar el comentario
de Saitoh.
—¿Por qué viniste para acá, Saitoh?
—En realidad, si hubiera sabido que tu vida se había vuelto tan interesante,
habría venido antes...
Era claro que Saitoh no dejaría el asunto fácilmente.
—Como le dije a tu amigo el gángster y a Takani, vine a hablar con la
niña Kamiya acerca de algo que le ocurrió recientemente. —Saitoh hizo
una pausa, sonrió, y después continuó—, Algo que siento puede interesarte...
Fin del capítulo
Glosario:
Futon: Colchón de paja de fino espesor muy difundido en Japón.
Gomen nasai: del japonés, "lo siento".
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