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¿Una Maldición?

un fanfic de Ranma ½
por Akai

Ranma ½ y personajes mencionados en este texto son Copyright © Rumiko Takahashi


Capítulo 3: El Origen


Transcurrieron los días, y pronto se convirtieron en semanas. Nunca antes se habían ausentado tanto; los chicos ya comenzaban a preocuparse, ocasionando que perdieran el control y su concentración no fuese la normal.

—¡No, Ranma! —se oyó el grito desde el Doujou.

—¡Si no te puedes concentrar, mejor no me estorbes! —fue la única respuesta.

—¡Tú eres el que me está estorbando a mí! —gritó la chica, que se ponía nuevamente en posición de ataque—. ¡Si vamos a seguir así, mejor no seguimos entrenando!

Los otros chicos que se encontraban con ellos se les quedaron mirando fijamente, pero no hicieron nada por detenerlos; ellos también estaban exhaustos y preocupados.

—¡Mira, no hay nece...! ¡Waaag, está fría! —De pronto la voz masculina cambió a la de una chica—. ¡Abuela! ¿Por qué me moja?

—Debes de conservar la calma, Ranma, si no no podrás hacerle frente a ese chico.

—Es cierto, Ranma, él es más fuerte y poderoso que tú.

El chico ya no contestaba, pues comenzaba a creer lo que los dos únicos oponentes de Rikio le decían.

—Sus ataques son sorpresivos y aprende rápidamente las técnicas de los demás —decía la anciana—. Me sorprendió mucho cuando aprendió El Rugido de León de Ryouga, y más aún, fue más poderoso.

—Tenemos que entrenar en equipo, Ranma —dijo Akane—. Recuerda que él no es un oponente cualquiera; casi mata al Maestro Happosai.

—Tienen razón, pero es frustrante saber que sólo por ese viejo estemos en peligro de muerte todos sus discípulos... No quisiera que le pasara nada a Aka... —El chico se interrumpió.

—¿Qué dices, Ranma? —preguntaron al unísono todos.

—¡Hay que entrenar! ¡Vamos, Ryouga y Mousse, combatamos! —dijo Ranma al mismo tiempo que iniciaba un combate entre los tres chicos.

Akane estaba sonrojada. Aunque no había dicho toda la frase, todos sabían a qué se refería.

—Uuyy, Akane, parece que ya le interesas a tu prometido —dijo burlonamente Nabiki.

—¡Nabiki! ¡No me molestes! —espetó Akane, mientras salía del Doujou, rumbo al jardín. Ante la mirada de recelo de Shampoo y Ukyou.

 

—¡Oh, Ranma! ¿Cuándo comprenderás que debemos de pelear juntos? Eso me dijo mi mamá... —murmuraba para sí Akane.

—¿Akane, estás preocupada? —preguntó una dulce voz que no podía ser de nadie más que de Kasumi.

—Akane-chan, no te rindas, eres el mejor complemento para Ranma —dijo una voz amable y comprensiva. Al parecer la madre de Ranma opinaba igual que su mamá.

—Gracias, Sra. Saotome —dijo con una sonrisa en su rostro—, haré mi mejor esfuerzo.... pero no deja de preocuparme lo que dijo el maestro Happosai...

—¿Qué cosa?

—Él dijo que Rikio atacaría todo aquel que fuera su discípulo, pero ya atacó a Ryouga... —Titubeo un momento—: Me pregunto si a Hinako-sensei también la atacará...

—Quizás no, Akane... ella sólo aprendió una técnica que le enseñó el maestro, pero no es combatiente...

—Pero sería bueno avisarle...

 

La sombra desde un árbol acababa de inquietarse. ¿Quién es esa Hinako? Así que el maestro tiene otra discípula y está aquí... será mejor hacerle una visita. Se dijo a sí mismo: por ahora dejaré a estos niños, y, quizá, regrese el maestro con sus dos discípulos favoritos. Entonces arreglaremos cuentas. Mientras, esa Hinako se llevará una sorpresa, jajaja.

Rikio se alejó silenciosamente, tal y como había llegado, sin que nadie lo notara. Los chicos seguían entrenando, sin saber que habían sido espiados por su enemigo.


Kanazawa

El basto mar siempre había sido su aliado, su medio de sustento y, gracias a la tierra, y al sagrado Don que Kamisama le había dado, su familia podía sobrevivir. Los peces y el poco arroz que podía sembrar eran suficientes para mantener a su familia. Así había sido por siglos desde que su familia se asentara en aquella región, cerca de Toyama. Su vida era placentera, no tenía ni una queja. Y, para terminar de llenar su felicidad, su amada esposa estaba a punto de dar a luz a su primogénito.

Su dicha estaba completa, aquél niño era una nueva bendición, como había sido desde tiempos ancestrales, y, de acuerdo a su tradición, bautizó al niño con su nombre ancestral: Rikio Mitsuo.

 

En una tropical región, cerca de la Bahía de Toyama, un hombre se encontraba nervioso, aunque complacido y feliz. Hace mucho que esperaba este evento y lo deseaba más que nada en el mundo. Pensaba si su padre se había sentido igual. Tenía en la mano una pequeña pulsera, formada de varias piedritas brillantes, pero tenía una en especial, una extraña piedra negra, que brillaba, que relucía sin necesidad de mucha luz, y tenía grabados un par de ideogramas. Esos ideogramas que había llevado él mismo desde el día en que nació, un regalo por parte de su padre. El hombre esperaba impaciente, hasta que oyó el llanto de un bebe. Sin duda, era el de su hijo que acabada de nacer. Se apresuró a ponerse de pie y se encaminó al interior de su casa. Dentro, tendida sobre un camastro, estaba su linda esposa, Konatsu, y a su lado un par de señoras de la aldea. Su mirada se movió de las mujeres hasta que encontró la tierna mirada de su amada esposa; ella sonrió y de entre las mantas desenvolvió al pequeño recién nacido, ante la alegría y furor del padre.

—Mi...hijo... —El hombre tomó en brazos al pequeño y lo atrajo a sí, besándolo y derramando unas lágrimas sobre su delicada cabecita.

—Sí, Anata, es nuestro hijo, pero.... —La mujer no continuó.

Rikio Mitsuo tomó la pequeña pulsera y el tierno brazo de su hijo, la ató y rezó una pequeña oración. El silencio del cuarto era penetrante, no era permitido el más leve suspiro. Konatsu veía a su esposo; estaba feliz, pero a la vez temerosa. ¿Lo sabrá? Era su único pensamiento.

Al terminar, Rikio puso a hijo delicadamente de nuevo en los brazos de su madre, tomó las manos de Konatsu, permaneció un momento meditando y, con un cierto nerviosismo, pronunció:

—¡Oh, Dioses Poderosos, he aquí a mí primogénito, tengan el Don de darle la gracia de llevarlo por el camino de la verdad! —Se detuvo y tomó el rollo que pertenecía a la familia, lo levantó sobre la cabeza de su pequeño hijo y continuó—: Hoy sigue la dinastía Rikio. Has de grabar su nombre en este rollo, que ha seguido nuestra familia desde antiguos tiempos. Hoy, tú, Rikio Oshino, te convertirás en el nuevo heredero de la dinastía y jurarás seguir con nuestras costumbres y códigos de honor.

Sujetó el bracito del pequeño y, con la piedra que le había colocado previamente, fue bañada en tinta negra. El rollo fue sellado con el emblema de su piedra, que tenía grabado su nombre, OSHINO, y su minúscula palma, dejando el espacio suficiente para la confirmación, para cuando Oshino tuviera 13 años.

Rikio, con lágrimas en los ojos, tomó a su pequeño hijo y lo abrazó. Ante la mirada de Konatsu, a la que el llanto ya la comenzaba a acoger. Finalmente, los dos, Rikio y Konatsu, bañaron al pequeño Oshino, lo secaron y envolvieron en suaves ropas para que, merecidamente, pudiera descansar. Ante tales ritos, lo sorprendente era la ausencia de llanto por parte de Oshino, lo que hizo que Rikio se llenara de esperanzas, ante tal bravura de su hijo. Lo miró, ahí, acurrucado en los brazos de su madre. Mitsuo le acercó su mano, acariciando su suave y delicada mejilla, con tal ternura que, en un gesto de correspondencia, el pequeño le sujeto fuertemente un dedo con su manita. En verdad era una bendición. Mitsuo sonrió y le murmuró.

—Sé que lo podrás hacer, Oshino. A pesar de tu estado, tengo confianza en ti, eres valiente.... —Rikio besó una vez más a Oshino y salió de nuevo al campo. Había sido un buen día, a pesar de los contratiempos, pero, sin duda, aún había esperanzas y mucho trabajo que hacer.


Rikio-ke

—¡¿Akane?!

—Parece tener fiebre, papá. Lo mejor será dejarla descansar —dijo Kasumi con una voz más angustiada que lo de costumbre.

La recostaron en su cama y esperaron fuera hasta que Kasumi salió de la habitación, con unas compresas mojadas, acompañada de Nodoka, que se encontraba en la cocina en el momento del altercado. Se le veía preocupada, pero aún así, tuvo consuelo para la desesperación de los demás.

—Duerme. Aún tiene fiebre, pero parece estar mejor. Vayan a dormir, nosotras la cuidaremos.

Todos, poco a poco, fueron retirándose, dejando descansar a Akane al cuidado de Nodoka y Kasumi, que sólo fueron por más compresas frías. Genma y Soun fueron a donde estaba el Maestro Happosai y lo observaron fumando su pipa en la estancia. Por experiencia supieron que algo no andaba bien.

—¿Qué pasa, Maestro? —preguntaron al unísono, Genma y Soun.

—¡Genma! ¡Soun! Hay problemas... —El Maestro se detuvo por un momento—. Será mejor que esperemos que Ranma regrese... —terminó murmurando—. Si es que regresa.

Genma y Soun se quedaron pasmados; hacía mucho que no veían al Maestro Happosai comportarse de esta manera. Si él decía que había problemas, es porque un enemigo realmente poderoso acababa de aparecer.

 

Ranma corría en medio de la noche. No quería imaginarse qué, o más bien, quién fue el que dejó en el estado tan deplorable en que se encontraba Ryouga, realmente. Ni él mismo lo había dejado en tan mal estado: su pulso apenas era un leve repiqueteo, además, se le veía en su gesto, que P-chan no se encontraba en buenas condiciones. Tenía que llevarlo lo más pronto posible a casa y llamar al Doctor Toufuu para que lo examinara. Pero debía darse prisa.

Ya pasaba de la media noche, el claro cielo, despejado, como si nunca hubiera pasado una nube por ahí, era alumbrado por un Luna. El frío comenzaba a hacer acto de presencia, el fresco viento detuvo por un momento a Ranma. Sentía una extraña desesperación. Además, esa aura que había sentido, al igual que Akane, se alejaba. ¿Qué relación tendría con el estado actual de Ryouga? se preguntó Ranma durante unos instantes. Ya habría hora para indagarlo; ahora era más importante salvar a Ryouga.

—¡Aguanta, Ryouga!, pronto estaremos en casa... —le susurraba al cerdito negro que llevaba en sus brazos, mientras apresuraba el paso para llegar lo más pronto posible.

El frío de la noche, aumentado por la fuerte lluvia que recientemente había azotado a Nerima, ya le calaba los huesos, y aún le faltaba un tramo para llegar a casa, pero no se rendiría. La corriente del canal era recia y por poco cae dentro de él, todo por culpa de una precipitación de agua helada que le bañó y se lo llevó arrastrando unos metros, estaba exhausto. Al salir de la corriente que lo arrastró, reviso el estado de su amigo. Estaba bien, aunque su respiración era más agitada.

 

Alrededor de la mesa, se encontraban tres de los mejores maestros del arte de combate Musabetsu Kakutou Ryuu. Se mantenían en concentración, esperando a que el hijo de uno de ellos volviera. Sentían que era un nuevo reto, era la hora de demostrar de lo que eran capaces. Por vez primera no reían, no se durmieron, se encontraban en un estado de concentración plena. Pero, cuando oyeron unos pasos provenientes de la parte exterior de la casa, se levantaron y fueron a recibir al chico.

Al llegar a la puerta, encontraron a un Ranma totalmente exhausto y en sus manos, aún envuelto, a Ryouga transformado en P-chan.

—¡Ranma! ¡¿Qué pasó?! —preguntó Soun, al momento que ayudaba al chico a ponerse de pie, con ayuda de Genma. Mas el joven heredero no respondía, su energía estaban escasas y necesitaba descansar un rato.

—¡Genma! ¡Soun! —exclamó inesperadamente, y en tono serio, el Maestro Happosai—. Llévenlos al Doujou, ahí los atenderemos y descansarán. Es hora de que sepan a quién nos enfrentamos. —Tras lo cuál, tomó al maltrecho cerdito y lo llevó consigo.

Genma y Soun tomaron cuidadosamente a Ranma y lo llevaron al Doujou, según la orden del Maestro Happosai. Pasaron por un par de futon y unas mantas, y un poco de medicina del Maestro, dejando dormir a las chicas.

Una vez en el Doujou, tendieron los dos futon y recostaron a los chicos, previamente habiéndolos regresado a su forma normal. El Maestro encendió un pequeño mortero y, al agregarle una hierba, el ligero humo que brotaba sería el encargado de ayudar a que los cansados chicos se recobraran.

—No se preocupen, en un rato estarán tan vigorosos como siempre —dijo Happosai con una voz un poco lastimosa—...Eso espero, a no ser que les halla hecho más daño que el que aparentan.

—¿Maestro? —preguntaba Soun, que se veía visiblemente anonadado, a diferencia de Genma que se había mantenido muy callado. Mas Happosai parecía no oír—. Maestro Happosai... —inquirió Soun, llegando a tomar del hombro a Happosai para llamar su atención—. Maestro, ¿qué pasa? Nos ha traído en misterio desde hace rato y ahora espera que los chicos no hallan sufrido mucho daño. ¿Quiénes cree que fueron?

—No, Soun. No, quiénes, sino quién. Es una sola persona...

—Pero Maestro, una sola persona no hubiera dejado en tal estado a los chicos —interrumpió Soun, en tono incrédulo—. Ellos son muy vigorosos, jajaja, ¿verdad? Saotome...

—Te equivocas, Tendou. Aquí hay algo más. Nadie puede dejar a mi hijo, o a su amigo Ryouga, fuera de combate tan fácil, a menos que... —Genma se detuvo, pensando en la persona capaz de derrotarlos.

—¿A menos que qué...? Saotome, vamos, dígame...

—A menos que... sea alguien con el poder, la fuerza y el ki del Maestro Happosai —concluyó Genma, y señaló a su anciano maestro.

—Eso es correcto, Genma. Me sorprendes. Veo que, en verdad, has progresado mucho —dijo Happosai, deteniéndose un momento para tomar su pipa—. Mas te equivocas al creer que yo preparé todo para probar a Ranma. En realidad, nos estamos enfrentando a un antiguo discípulo enemigo, aunque aún no sé por qué atacó a Ryouga...

—¿Un antiguo discípulo?

—Es verdad, yo he tenido varios discípulos, entre ellos a Rikio Mitsuo. —Hizo otra pausa, ante la mirada atenta de Soun y Genma, que estaba a la expectativa—. Me salvó la vida y yo le enseñé mi estilo de pelea, pero... al final... —Happosai cerró los ojos y bebió un poco de té. Se veía intranquilo—. Verán, todo empezó cuando....


Me encontraba en uno de mis viajes de entrenamiento. Aacababa de regresar de China, cruzando el Mar de Japón, llegué a la región de Chubu, prefectura de Toyama.

Seguí el camino que me traería Toukyou, cruzando las montañas de Nagano. Era época de frío, ya había nevado unas veces, por lo que el camino era difícil. A pesar de todo, yo seguí. Ya llevaba casi dos semanas desde que había dejado la última región poblada, cuando me sorprendió una fuerte tormenta. Anduve lo más rápido que pude buscando un refugio, algún árbol hueco o una cueva, pero no lo podía ver más allá de un par de metros. Gracias a mi ki, pude andar varias horas bajo tremenda tempestad, hasta que me estrellé con un robusto pino, haciéndome caer cuesta abajo, varios metros.

Unos espinosos arbustos detuvieron mi declive, así permanecí unos minutos. Era irónico, hacía mucho que no me vencía un oponente, y ahora estaba a punto de sucumbir ante una ventisca.

Estaba perdiendo el conocimiento, era el paso al umbral de la muerte; era el fin. Pasaron ante mí varios recuerdos de mi juventud, sonreí. Un instante antes de desfallecer sentí, más que ver, como unas manos me soltaban de entre las espinas, me levantaron y me envolvieron con una manta. No supe que pasó entonces, hasta que desperté en una vieja cabaña, donde ardía un pobre fuego.

—Espero que se sienta mejor, Ojiisan —dijo una voz masculina que provenía de más allá, a su espalda.

Happosai abrió un poco más los ojos. Estaba recostado a un lado del fuego; trató de hablar, pero no pudo articular palabra. Se toco el cuello, estaba vendado.

—No se esfuerce, Ojiisan —se apresuró a decir la misma voz—, se ha lastimado el cuello. Afortunadamente sólo está inflamado, por eso no puede hablar.

El dueño de la voz se acercó donde estaba Happosai y se sentó a un lado de él, junto a la vieja chimenea.

—Es una suerte que lo encontrara; la tormenta arreció poco después que llegamos aquí. —Volteó para ver a Happosai, que tenía una cara de agradecimiento, pero también de interrogación—. ¡Oh!, perdón, Ojiisan, no me he presentado. Rikio Mitsuo, hajimemashite —dijo, lacónicamente, el hombre, inclinándose ligeramente en señal de respeto, y continuó bebiendo su té.

 

Pasaron tres días, hasta que la tormenta cesó y las heridas de Happosai fueron recuperándose, volviendo a ser un viejo vigoroso y bromista. No podían esperar más, antes del medio día, partirían hacía Kanazawa.

—¡Vaya! Happosai-san, sí que se recupera rápido usted —dijo Rikio muy sorprendido.

—Sí, Rikio. Es gracias a mi ki, que se ha ido fortaleciendo a lo largo de los años, en mis largos viajes de entrenamiento.

—Ya veo —dijo de forma cortante Rikio; estaba preocupado. —Será mejor que me apresure, nos espera un largo viaje.

Rikio se levantó y preparó su mochila. Pasaban de las diez horas, era una mañana fría, pero despejada. Debían aprovechar la calma que en estos momentos se suscitaba.

Cerca de las once horas, Rikio tomo su mochila, se paró en el umbral de la vieja cabaña que les había servido de refugio y contempló el paisaje. De ahí hasta donde lograba distinguir su vista, estaba totalmente blanco, un blanco puro y limpio, pero también mortal. No sabían que trampas les podía jugar la montaña. Volteó y se dirigió a Happosai.

—Venga conmigo, Happosai-san. Si somos dos el viaje se hará más fácil.

—He viajado mucho tiempo, entrenando, y he encontrado pocos discípulos a quienes dejarles mi legado.

—Señor —dijo respetuosamente Rikio, postrándose ante Happosai—, sería un honor si me conviere en su discípulo. Yo tengo un legado ancestral, desde que mi antepasado Rikio llego de China, donde fue enseñado por los Grandes Maestros de las Artes. Generación tras generación se han ido aportando nuevos estilos y técnicas que han enriquecido nuestro legado. —Se incorporó y continuo—: Ahora, Kamisama lo ha puesto en mi camino para que me llene de su sabiduría y enseñanzas. Espero ser digno.

Ante un código de honor como el que estaba presenciando, Happosai se quedó, momentáneamente, sin habla. En todos sus viajes, nunca había conocido a un guerrero tan noble como este. Seguramente su linaje provenía de los antiguos Samurai, quizá algún Ronin.

—Muchacho —dijo por fin—, en verdad que será un gran honor para mi.

Ambos se saludaron respetuosamente y, en un pergamino, ambos sellaron su pacto-compromiso de discípulo-maestro. Estaría vigente hasta que el discípulo venciera a su Maestro.

Partieron inmediatamente: el camino era largo y no había mucho tiempo, la vida de Konatsu aún peligraba. El viaje no fue pesado: no tardaron en bajar de la montaña y seguir el camino hacia Kanazawa, cruzando Gifu, viviendo de la caza y pesca en algunos estanques. No tardaron en llegar a la aldea de Rikio, donde le esperaban con impaciencia.

Konatsu aún vivía, pero estaba grave. La anciana de la aldea tomó un puñado de las raíces que Rikio había ido a conseguir en las montañas. Preparó un brebaje y se lo dio a Konatsu a beber.

—Bebiéndolo todos los días, pronto mejorará —dijo, al momento que salía de la casa.

—Okagesamade, Obaasama —dijo respetuosamente, con una lágrima en los ojos, y tomando la mano de su esposa repitió, mirando al cielo—. Okagesamade.

 

Cuatro meses después, la dicha congraciaba a la familia Rikio, Konatsu ya estaba recuperada del todo y Rikio tenía cada día grandes pescas, además de progresar mucho en las enseñanzas que Happosai le daba. Perfeccionando muchas técnicas que sus antepasados le había heredado, inclusive, algunas de las que Happosai le enseñaba.

Happosai estaba sorprendido; no contaba con que ese muchacho tuviera tanto talento y poder. Seguramente, en un combate serio y peleando con toda su fuerza, sería un oponente formidable y difícil de enfrentar. Sin embargo, su código no le permitía expulsar todo su ki, a menos que fuera necesario.

 

A cada día que pasaba, Happosai fue dejando de entrenar a Rikio. Ya no tenía mucho que enseñarle y estaba a punto de alcanzar su nivel. Por lo que se decidió comenzar con su entrenamiento especial aparte. Unos meses después, comenzó a circular la historia de que la aldea era atacada por ladrones; estaban desapareciendo sake y la ropa íntima de las mujeres. Nadie sabía cómo, sólo se sabía que eran rápidos, ya que también atacaba a plena luz del día, sin que alguien pudiera verlos.

Ante los hechos que acontecían, y por su fama de ser una peleador muy fuerte, se le fue designado a Rikio la misión de rastrear y atrapar a los ladrones.

Pasaron los días y la situación no mejoraba, los robos seguían cada vez más frecuentes. Las mujeres ya temían salir a la calle. Una noche, una mujer llegaba del mercado cuando vió una silueta que corría por una barda, llevando un bulto tras de sí. Temerosa, la siguió unos metros y vió que se dirigía al Oeste de la población.... eso significaba que sólo podía ir a una lugar....

 

A las primeras horas de la mañana, Rikio llegó de su ronda nocturna, dejó su chouchin sobre la mesa y tomó su red para ir de pesca. Al salir se encontró a Happosai que dormía plácidamente al pie de un árbol. Lo cubrió con una manta y se dirigió a la hortaliza, ahí encontró a Konatsu. Le avisó de su llegada y que iba a pescar. Le dio un beso y se dirigió a la bahía.

 

A medio día, Rikio de regresaba casa con una red repleta de pescados; se le veía feliz. Se detuvo, y dejo caer la red, de la que saltaron algunos pescados. No lo podía creer: su casa estaba destruida, como si una banda de ladrones hubiera irrumpido. Corrió a buscar a Konatsu, pero sólo entró a Happosai, que lloraba en un rincón.

—¡Maestro Happosai!, ¿qué pasó? ¿Dónde está Konatsu? —preguntó, acercándose al maestro.

—Se la llevaron, Rikio... —Happosai no dejaba de llorar.

—¿Pero por qué se la llevaron? ¿Quién se la llevó? —Rikio lo sacudió violentamente—¡Maestro conteste!

—¡Deja al anciano, Rikio! —se oyó una voz de fuera.

—¡Sonchou! ¿Qué pasa?

—No finjas, Rikio, ahora ya sabemos por qué este ladrón era tan astuto. Sólo alguien con habilidades especiales podría moverse tan rápido y escabullirse, y por alguna extraña razón usted no lo había atrapado...

—Está insinuando que...

—Este anciano ya lo confesó todo, Rikio —dijo señalando a Happosai.

—Maestro, ¿a qué se refieren? —preguntó Rikio, ante la mirada de desaprobación de Happosai—.¿Maestro?...

—Deja al anciano, Rikio y ven con nosotros pacíficamente...

El hombre no terminó de hablar cuando, de repente, Rikio se abalanzó hacia el maestro, con una furia incontrolable. Tomándolo por del cuello, lo arrojó hacia la pared.

—¿Cómo se atreve a inculparme? —preguntó mientras se acercaba, nuevamente, a Happosai. Rápidamente dos de los policías trataron de tomarlo de los brazos, pero fuero expelidos por el aire y rebotaron en una pared, quedando inconscientes—. ¡Ustedes no se entrometan!

—¡Muy bien, Rikio! ¡Nadie desafía a Happosai a un duelo!

El anciano dio un salto y se abalanzó hacia Rikio, golpeándolo con su pipa en el cuello y mandándolo afuera de la casa de una patada. Happosai salió y brincó al tejado, y expandió su inmenso ki, separó los brazos y soltó un par de ráfagas de energía.

—¡¡Garra de tigre!!

Rikio se incorporó de un brinco y evitó una de las ráfagas. La otra le rasgó su brazo izquierdo, brotándole un chorro de sangre, pero pudo llegar al tejado, en frente de Happosai. Juntó las palmas de las manos e hizo un último saludo, cerró brevemente los ojos. Un instante después, al abrir los ojos, su ki igualaba al de Happosai.

Rikio se acercó a Happosai, tirándole una patada al cuerpo, pero Happosai la evitó agachándose, y estiró el brazo, golpeando la pierna de apoyo de Rikio, obligándolo a dar unos saltos para atrás y evitar la caída. Happosai se lanzó, girando velozmente, hacia Rikio, pero éste chocó sus puños, creando una barrera de aire cuando ya tenía en frente a Happosai. Haciéndolo caer a los pies de Rikio, el cuál le propinó unas patadas, bloqueadas por Happosai, ayudado de su pipa, moviéndola incesantemente. Tratando de escabullirse, Happosai arrojó la pipa al estilo de un bumerang, distrayendo lo suficiente a Rikio como para levantarse y golpearlo en el pecho y brincar hacia atrás. Rikio extendió el brazo e interrumpió el curso de la pipa del maestro, que cayó de seco a unos pies de los policías que miraban desde el piso.

—Tenemos que detenerlos, antes de que lleven su lucha al pueblo...

—¿Pero cómo? —preguntó uno de ellos.

—Tal vez, yo sé cómo... —Se acercó a sus compañeros y les explicó el plan.

 

Rikio estiró sus brazos, extendió las palmas y lanzó una pequeña esfera de luz, que se acercaba lentamente a Happosai. Este salto, pero la esfera se desvió y lo siguió. Al ver esto, se dejó caer, pero la esfera también lo siguió, así que se quedó parado, esperando a que se aproximara. Happosai hizo hacia atrás el brazo, para disolver la energía de la esfera, y la golpeó de lleno, pero al dispersarse la energía, se formó un deslumbrante resplandor. Rikio aprovechó la oportunidad y se acercó rápidamente a Happosai, que había quedado momentáneamente ciego, y lo tomó de cuello, alzándolo violentamente.

—Jajaja, Happosai, no eres más que un viejo decrépito —le decía, mientras le apretaba fuertemente el cuello—, y hoy, vas a morir.

Rikio enfiló su mano y se preparó para golpear en el corazón al anciano...

—¡No, Anata! —se oyó el grito de una mujer, que Rikio reconoció inmediatamente.

—Konatsu...

—¡No lo hagas! ¡Eres inocente, y toda la aldea lo comprobará, pero si matas al anciano, serás culpable!

Rikio agachó la cabeza. Konatsu tenía razón. Soltó a Happosai, que rodó por el tejado y cayó al suelo, asfixiándose. Rikio bajó de un salto y abrazó a Konatsu.

—Tienes razón, me presentaré ante el Sonchou y el pueblo. Será lo mejor.

Un par de guardias se postraron a su lado y lo escoltaron camino a la aldea. Rikio pasó a unos pies de Happosai que permanecía sentado, aún tratando de recuperarse.

—Happosai, será mejor que se vaya de mi casa —dijo Rikio—, y se esconda, porque si lo llego a encontrar, o a uno de sus discípulos, será su fin. ¡Usted ha deshonrado el nombre de mi familia! —Alcanzó a gritar desde lo lejos, dejando a su esposa y a Happosai atrás.

 

Happosai se incorporó, volteó la mirada a Konatsu, que lo observaba con unos ojos fríos. Ya no era bienvenido, lo mejor era seguir el viaje. Tomó una manta y recogió su pipa, y salió corriendo hacia las montañas...

Konatsu entró a la casa y tomó unos papeles, para salir en dirección hacia el pueblo. Debía estar con su esposo.


Una silueta corría entre las calles húmedas de Nerima. Se dirigía hacia el Norte. Aunque parecía correr solitariamente, parecía que le hablaba a alguien, gritando constantemente.

—¡Cállate! ¡Cállate! ¡Déjame en paz! —gritaba, sin dirigirse a nadie.

Corría lo más rápido que podía; con gran habilidad esquivaba los árboles, hasta que tropezó ligeramente con una raíz. Trataba de agotarse, sin mucho éxito; aún podía correr, sin sentir mucho cansancio; su entrenamiento había sido bueno. Se quedó tendido en el suelo. Sentía la humedad de la hierba, el olor fresco del bosque; trataba de recordar, pero su mente estaba en blanco. Cerró los ojos para calmarse. A lo lejos oía el ulular de un ave, y sentía el aire en su espalda.

Se incorporó y caminó unos pasos, sentándose al pie de un alto árbol. Sacó el pergamino que le diera su padre; aún quedaban dos nombres, Saotome y Tendou. Además de tener que encontrar, también, al maestro Happosai. Recordaba las palabras de su padre: "Encuéntralos, Oshino, y acaba con ellos". Pero nada sabía de Happosai y de Saotome; los había buscado por mucho tiempo, sin éxito.

—Bueno, por ahora lo mejor será ir a visitar a Tendou. Seguro él sabe dónde se encuentran ese maestro y el tal Saotome —se dijo para sí. Guardó el pergamino y se adentró en el bosque—. También están esos niños chinos que estaban con la anciana. Ellos no tienen nada que ver con Happosai, pero están dispuestos a acabar conmigo... Más les vale que no se interpongan en mi camino o morirán. —Se cubrió con su capucha—. Lo mejor será descansar y recuperarme de la pelea que tuve con esa tonta anciana... —Se detuvo y sintió como si se contemplara a sí mismo—. Además, debo de meditar lo que me dijiste, baka... No sé por qué te entrometes en mis asuntos...

Siguió su paso hacía el bosque, como si estuviera hablando con alguien, hasta que se perdió entre la espesura.)

 

—Para Rikio, el sentido del honor es más importante que la vida misma. Por ello me ha venido persiguiendo desde el más lejano oriente....

—Pero, ¿por qué estamos en peligro, Maestro? —preguntó Soun.

—Rikio prometió acabar con todos mis discípulos... esa sería su forma de destruirme... y ustedes dos son los dos últimos que faltan. Además de que ustedes son los mejores.

—¿Y Ryouga, Maestro? El no es su discípulo —intervino Ranma, que había despertado a mitad del relato—. ¿Por qué lo atacaron?

Happosai permaneció en silencio. Fumaba pausadamente, exhalando nubecillas de humo. Ranma, como su padre y el Sr. Tendou, estaba sorprendido. Nunca habían visto al Maestro Happosai tan serio, desde el momento en que estuvo apunto de morir. El silencio sólo era cortado por la brisa de la madrugada, que arrastraba las hojas, y el intenso goteo, prueba de la reciente lluvia.

—¿Ryouga...? —dijo de repente Happosai—. No lo sé... —Dudó por un instante—. Pero puede tener una razón...

No le creyeron, sabían que algo ocultaba.... Estaban a punto de interrogarlo cuando, inesperadamente, oyeron la voz de Nodoka...

—Señores, Akane-chan tiene algo que decirles, y parece importante...


Akane No Yume

¡Ranma...! ¡No te vayas! Ante sus suplicas, la imagen del chico se le aparecía, pero al momento de correr hacia él... se alejaba... No podía alcanzarlo y volvía a desaparecer.... apareciendo un poco más lejos.

Era un lugar extraño, totalmente obscuro, pero aún así, veía algunas siluetas, que se transformaban en fugaces imágenes de varias personas. Ranma, Papá, Kasumi, Nabiki, P-chan.... ¿Mamá? ...Sin embargo, siempre pasaba lo mismo: al tratar de tocarlas, desaparecían instantes antes de palparlas.

—Parece que la fiebre aumenta, Kasumi-chan. —La voz de Nodoka parecía preocupada—. Pásame otra compresa.

 

—¿Dónde estoy? —gimoteaba—. ¿Por qué me dejan sola? —Sentía como unas cálidas lágrimas resbalaban por su mejilla; se palpó su rostro y se dio cuenta que estaba seco. No habían lágrimas, pero, aún así, las sentía.

Se incorporó. Ultimamente había dependido mucho de Ranma. No es que ella no pudiera con sus adversarios, sino que sentía que si apoyaba al chico, pronto la aceptaría. Además, era maravilloso que se preocupara por ella y acudiera a su rescate cada vez que la atacaban.

Anduvo unos pasos. El lugar seguía obscuro, pero no le era extraño; sentía como si ya hubiera estado ahí. A lo lejos vio una mortecina luz que sobresalía, y se dirigió hacia ella. A pesar que había andado bastante, no parecía que fuera a llegar a aquel lugar. Se detuvo y contempló la luz: su resplandor no se había modificado en nada, y seguía igual de pequeña y lejana, como cuando la vio por primera vez.

Se abalanzó corriendo hacía ella; corría como nunca, pero no lograba conseguir ni un avance. Su único pensamiento era que ahí debería de haber algo que la ayudara. Quizás ahí estuvieran Ranma, su Papá y los demás. Debería de llegar lo más pronto posible.

Sonrió. La luz comenzó a hacerse más brillante, ya no era sólo una luz, ahora se vislumbraba un lugar, un lugar que ella conocía muy bien... era... era su casa. Sí, y ahí estaba su Papá y el Sr. Saotome jugando shogi, y ese chico que entrenaba tenía que ser.... Sí, es...

—¡Ranma! —gritó con todas sus fuerzas, pero parecía no oírle.

—¡Ranma! ¡Ranma! —seguía llamándole, pero aquél chico no volteaba. Ya la separaban sólo unos cuantos metros, cuando cayó aparatosamente, dando un par de volteretas en el suelo, para quedar boca a abajo, viendo directamente a la que parecía ser su casa. Ahí, nadie se había dado cuenta de su caída. Se incorporó, pero no siguió su marcha. Al contrario, se quedó paralizada, como si supiera que algo iba a pasar.

Alguien llamó a comer, se oía su melodiosa voz desde lo lejos. Se quiso acercar, pero una barrera invisible se lo impedía. Se limitó a observar; al ver como todos se reunían en la mesa, vio, por primera vez la dueña de esa preciosa voz: era su Mamá. Nuevamente unas lágrimas corrieron por sus mejillas.

 

—Tranquila, pequeña —consolaba Nodoka a una inconsciente Akane—, nosotras te cuidaremos. —Akane convulsionaba, como si estuviera teniendo una horrible pesadilla.

 

—¡Mamá...! —Trataba de gritar lo más fuerte que podía. Sin embargo, no emitía más que un leve murmullo. Al no poder comunicarse, siguió contemplando la escena. Algo no estaba bien; ya estaban sentados todos; faltaban sólo ella y el maestro Happosai. Se asustó al ver que nadie notaba su ausencia, por lo que comenzó a gritar de nuevo.

—¡¡Mamá, Papá, Oneechan, Ranma, Sr. Saotome, Sra. Saotome!! —No sucedía nada; ellos continuaban comiendo. Y no podía oír lo que decían, estaban muy lejos. Inició la búsqueda de una abertura o una entrada, cuando...

Se quedó pasmada. No daba crédito a lo que acaban de ver sus ojos. Una sombra, como la que había sentido, caminaba lentamente en dirección a donde estaban comiendo los demás. Ella trató de advertirles, pero no la oían.

—Pero....pero, que es lo que lleva en la mano... —No lo distinguía con claridad—. Parece....parece una persona... ¡Aahh!, es...

La sombra arrojó el cuerpo ensangrentado del Maestro Happosai, en frente de donde estaba comiendo las dos familias.

—¡Soun! ¡Genma! ¡Ranma! ...Auxilio... él es... —Trataba de decir el Maestro, cuando escupió sangre—. ...Es muy fuerte...

—Tendou, parece que ese sujeto acabó con el Maestro. Nosotros tendremos que vengarlo. ¡Vamos!

—Sí, Saotome. Ranma, cuida de las chicas y del Maestro.

—Pero... —No pudo decir nada más; tomó al Maestro y lo llevó con las mujeres. Lo trataban de curar, pero estaba muy mal herido.

—Ranma... no te confíes... es más... más fuerte de lo que parece —A cada palabra que decía, se le cortaba el aliento—. Debes de...saber....que él es... era... mi discípulo.... Por favor... perdónenme... Por favor, Ra... Ran... Ranma...

—¡¡Maestro!! —Tomó el herido cuerpo de Happosai en sus manos y unas lágrimas aparecieron en sus ojos.

—Ranma... por fav... or, enmienda el peor de... mis error...es, y per... done... nm... —Happosai acababa de morir.

—¡Maestro! ¡Maestro...! —Alrededor de él, las chicas lloraban, y Ranma apenas podía contener el llanto—. No se preocupe, Maestro, yo me haré cargo. Tiene mi perdón —dijo solemnemente.

Ranma se incorporó y se dirigió al lugar donde se desarrollaba la batalla. Entre su padre y el Sr. Tendou lo habían llevado lejos de la casa, donde no pudiera causar mucho daño a inocentes. Corrió para alcanzarlos. Akane, desde donde estaba, lloraba también, pero al ver que Ranma salía de la casa, trató de seguirlo. Podía correr tras de él, pero siempre que trataba tocarlo, sentía la invisible barrera. Le gritaba, pero no obtenía respuesta.

 

—¡Kasumi-chan! —llamó Nodoka—. ¡Rápido, que Akane-chan parece empeorar!

 

Llegaron al puente del canal; ahí abajo estaban peleando. Observó y notó que el Sr. Tendou no estaba en buenas condiciones, pero aún así atacaba a la sombra con insistencia, aunque sin muchos resultados. Constantemente era repelido por un fuerte golpe, y era lanzado lejos.

Su papá, él si le estaba dando pelea. No se lo podía quitar de encima, y sus ataques eran poderosos, a pesar que ya estaba convertido en panda. Aún así, el otro tipo no se veía preocupado, ni cansado. Su aura de pelea iba en aumento.

Ranma, seguido por Akane, bajaron la pequeña ladera, intentando acercarse con sigilo y sorprender a su adversario. A los pocos pasos que dio, una luz lo cegó por un instante. Se cubrieron los ojos y, por un instante, hubo un mortífero silencio. Unos segundos después, que a los dos les parecieron minutos, la luz se desvaneció. Aún así, Akane no podía ver nada, sólo vio que Ranma se echó a correr.

Ranma vio a su padre, convertido en panda, y que entre sus brazos, a un lado del canal, tenía a su querido amigo. A pesar que no podía emitir más que gruñidos, era reconocible que eran de sufrimiento y lamentación. El Sr. Tendou había muerto.

 

Nodoka mojó, una vez más, el trapo en la palangana de agua fría; parecía que Akane, por fin, se sumía en un sueño tranquilo. Había dejado de delirar, pero su temperatura no bajaba. Estaba inquietamente serena, como si ya no perteneciera a este mundo.

 

La sombra se mantenía a un lado, como riéndose para sí. Sin embargo, no emitía sonido alguno, simplemente contemplaba la escena, e hizo una mueca que se asemejaba mucho a una risa burlona.

El panda, con una notable furia en su rostro, saltó hacia la sombra, tirándolo y propinándole una serie de duros golpes. Ranma se acercó a ayudar a su padre. Mientras tanto, Akane acabada de descubrir el cuerpo inerte de su padre y no pudo controlar su ya prolongada agonía, se dejó caer en el suelo, cerca de su padre. No entendía qué era todo esto, qué estaba pasando, por qué. Como una marioneta sin hilos, se derrumbó, quedando consternada ante lo que veía y que no podía hacer nada. Fijo su mirada en el vacío, en dirección donde peleaban Ranma y Genma Saotome.

Ambos se coordinaban a la perfección, sus constantes entrenamientos habían servido de mucho. Atacaban de frente, con golpes que buscaban el rostro y el cuerpo de su oponente. No obstante, el extraño se servía de diversas técnicas para repelar los ataques. Hasta ahora lo habían mantenido a la defensiva, pero debería de hacer algo, no parecía cejar, y, al menos Genma, ya se estaba agotando, aunque sus golpes no reducían su potencia. Seguía furioso, pues había matado a su mejor amigo frente a sus ojos.

Esa imagen no la podía borrar de su mente, ahora mismo, a pesar de su concentración en la contienda, veía una y otra vez esa misma secuencia. Veía como ese tipo, después de lanzarlos hacia atrás, con un par de fuertes golpes, levantó su mano derecha y la puso enfrente de su rostro, murmuró unas palabras sin sentido, extendió el brazo y pareció como si tomara algo en el aire y lo atraía hacia él. Para concentrarlo en la palma de su mano y es cuando, uno por uno, cerrando sus dedos, comenzó el repentino resplandor; y al cerrar el puño, la luz se hizo más brillante, capaz de cegar, y le lanzó toda esa luz que acumulada, hacia Soun, quien por cubrirse sus ojos, no se percató que iba directo hacia él.

Aquí se volvía todo borroso y confuso. Genma sabía que acudió en auxilio de Soun, pero no recordaba haber llegado, sólo supo que cuando la luz se empezó a desvanecer, Soun estaba entre sus brazos, con el pecho brillando, y sólo le alcanzó a decir que cuidara de su familia, deteniéndosele el corazón segundos después.

A cada secuencia de su recuerdo, Genma golpeaba con más fuerza, pero cada vez más lento. Lo que ayudaba a que su adversario comenzara a tomar la iniciativa, primero con leves ataques, dirigidos principalmente a Genma. Y sin descuidar los veloces golpes de Ranma.

En poco tiempo, Genma ya no tuvo la suficiente velocidad para ser oponente de la sombra, y en un descuido, fue duramente golpeado, siendo arrojado por el aire unos metros lejos, quedando casi inconsciente. Genma, tardo varios minutos en incorporarse, cuando lo logró, vió de espaldas a su enemigo; se lanzó para aprovechar esa pequeña oportunidad que se le brindaba. Y le asestó un fuerte golpe en el cuello, haciéndolo caer de lado, ante la mirada atónita de Ranma.

Los dos guerreros Saotome miraron al chico, vestido con ropas chinas, inmóvil y, seguramente, inconsciente. Se preguntaban qué deberían de hacer con él. Genma le ordenó a Ranma que regresara a casa por unas mantas y sogas, ya llegaría el momento de contestar a su pregunta.

Akane seguía con la mirada vacía, hincada cerca del que fuera su padre.

Ranma pasó cerca de ella cuando volvió, haciéndola voltear y descubrir que ellos habían derrotado al asesino de su padre. Se levantó y siguió a Ranma, muy lentamente y casi cayéndose. Se detuvo para aclarar su confundida mente, cerró por un instante sus vidriosos ojos; abriéndolos de repente para ver una estela de luz que provenía del lugar en donde estaba Genma, ahí, hacia donde se dirigía Ranma.

—Esa luz... no puede ser... —se decía a sí misma—, no puede ser...

Lo negaba, pero sabía que lo era, había visto esa luz antes, era algo más poderoso que una explosión, era un ki que explotaba. Ella no se movía de donde estaba parada. Súbitamente, vio salir de en medio de la luz, a la persona que había matado a su padre, pero venía cargando dos cuerpos.... Eran....

—¡Ranma! ¡Sr. Saotome!

El hombre siguió caminando, dejando caer los cuerpos frente a Akane. Ya no se podía hacer nada, estaban muertos. Mientras se llenaban de lágrimas sus ojos, oyó una risa burlona que se alejaba. Era el fin, para ella y su familia. Se tapó su cara con sus manos, entre su llanto, exhalaba, con dificultad.

—¡No es justo! ¡Ranma, Papá, Sr. Saotome...! —trataba de gritar amargamente.

 

Nodoka se sobresaltó, una vez más. Akane convulsionaba, su pasada serenidad ahora eran gritos; llamaba a su padre, a su prometido y a Genma.

 

Un gélido frío la hizo pararse, sus lágrimas, más de coraje e impotencia que de dolor, le empañaban la vista. Había visto morir a Ranma, y no pudo hacer nada para ayudarle, y, quizá, nunca sabría quién fue el osado guerrero que los atacó.

Todo se había obscurecido, en el lugar donde estuviera el cuerpo de su padre, ya no había nada. Era de nuevo una obscuridad infinita, como un túnel obscuro sin fin. Su mirada se aclaró, secándose las lágrimas emprendió la marcha de nuevo. ¿Dónde estaba? ¿Qué fue todo eso que había visto?

Caminó, según sus estimaciones, durante cerca de dos horas, y únicamente encontraba a su paso algunas imágenes flotando de aquí a allá, como fantasmas errantes. Pudiendo distinguir algunas, vio al Dr. Toufuu, a sus hermanas, su antigua escuela primaria. Se sobresaltó cuando vio a su padre que jugaba con ella como cuando era pequeña. Se emocionó cuando vio a Ranma por primera vez, cuando llegó a su casa.

Pero también vió cosas que no entendía: veía a una chica desconocida correr hasta perderse en las sombras e inmediatamente aparecía un chico fuerte con furia en su mirada, veía que una niebla negra caía sobre su casa, y le sobresaltó más aún cuando de repente vio, nuevamente, como morían Ranma y los demás; y tropezando con lo que parecía ser sus cuerpos sin vida, y de algunos otros peleadores que no conocía.

Estaba cansada, ya no lloraba; sus ojos estaban secos y no comprendía qué era todo eso. Se detuvo ante lo que parecía ser el Ucchan y entró. Llamó a Ukyou, pero no recibió respuesta; estaba más solitario que un cementerio. Se sentó frente a la parrilla, esperando a que alguien apareciera.

Su coraje era mucho, y no sabía cómo dejarlo fluir. Sentía que rabia que le asolaba no era producto únicamente de lo que vio, sino que algo la estaba influenciando. Golpeó un par de veces con el puño cerrado la barra, gestionando muy quedo, "por qué, qué pasa".

—¡Akane-chan!

Se sobresaltó al oír su nombre. ¿Quién había sido? Levantó la vista y buscó, intensamente, con la mirada, alrededor, sin ningún éxito.

—¡Akane-chan!

Nuevamente. Ella recordaba esa voz, pertenecía a una dulce mujer.

—¡¿Mamá?! —dijo asustada Akane—. ¿Eres tú?

Ahora la reconocía: esa voz parecía la de su madre. Azorada, Akane buscó el origen de la voz que le llamaba. No la encontraba.

—¿Mamá! ¿Dónde estás? —gritó desesperadamente—. Quiero verte. —Sus ojos comenzaron a poblarse de lágrimas. Pero oyó nuevamente la voz.

—Akane, ¿qué pasa, pequeñita? ¿Por qué lloras?

—¡¡Mamá!!

Akane sintió como emanaba calor de una de las paredes y corrió para allá, la palpó y sintió como si la abrazaran.

—Mamá —murmuró débilmente, acurrucándose al pie de la pared.

—Hija, que bueno verte de nuevo.

No sabía que era todo esto, pero por vez primera, estaba pasando algo bueno. Deseaba mucho ver a su mamá.

—Akane —continuo la voz—, ¿me escuchas, pequeña?

—Sí, Mamá. ¿Dónde estás?

—Lejos, pequeña, muy lejos. —Titubeo—: Pero ahora no vine sólo para visitarte. Vengo a advertirte.

—¿Advertirme? —La voz de Akane se había calmado, el calor que la abrigaba había hecho que volviera a ser la chica decidida y valiente que todos conocían.

—Sí, Akane. Sé que ya has conocido a tu prometido.

—Así es —dijo Akane, no sabiendo si expresar desprecio, como siempre lo hacía cuando alguien le recordaba su compromiso arreglado, o ternura, que era lo que sentía por él.

—Tu padre y yo lo decidimos juntos. Sé que es un buen chico...

—Aunque un poco tonto... —murmuró quedamente.

—Es muy fuerte, pero no más que tú. Y tú eres su motivación para pelear. Sin ti, ya hubiera sido derrotado antes.

—Pero... ¿eso es verdad? —interrumpió Akane.

—Sí, mi niña. El peleará siempre para protegerte. Y tú deberás acompañarle en cada pelea, de ahora en adelante. Eres una Tendou, experta en artes marciales. Debes de pelear a su lado si quieres estar a su nivel y ser una digna esposa. —Akane se sonrojo—. No lo dejes pelear solo.

—Pero... pero, soy muy torpe y no soy bonita...

—Akane, mira en tu corazón, ¿realmente crees lo que acabas de decir? ¿O sólo es tu orgullo? —Akane se sonrojaba cada vez más. Podía engañar a todos, menos a su madre—. Akane, tú lo amas y él a ti; te lo ha demostrado cada vez que te rescata.

Ella asintió.

—Sí, mamá, pero qué significa todo lo que he visto, esa misteriosa sombra y el ki que hemos sentido...

—No es más que la prueba final que les ha impuesto el destino. Eres una Tendou, hija, fuerte y valiente. Todos lo que te rodean te aman y tú a ellos. Ha cambiado tu vida desde que llegó Ranma, tienes muchas enemigas, pero también has hecho amigos. Pelea junto al hombre que amas; juntos serán invencibles. Recuérdalo.... —A cada palabra, la voz se iba haciendo más y más débil.

—¡¿Mamá?! —Akane sintió que el calor se desvanecía.

—Adiós, Hija, recuerda...

—¡Noo, mamá, no te vayas...! —Se separó de la pared y levantó la vista.

—...Recuerda lo que te he dicho... Sólo recuérdalo y se feliz, hija querida...

—¡¿Akane-chan?!

—Si, Mamá, te prometo que haré mi mejor esfuerzo, —Akane ahogó un

sollozo—y amaré a Ranma. —Cerró los ojos y...

—¡Akane!

Akane abrió los ojos y vió a Nodoka y Kasumi. Ambas se veían preocupadas y cansadas.

—Onee-chan, Sra. Saotome...

—¡Akane-chan, qué bueno que ya estás mejor! —dijo Nodoka abrazándola.

Ella no sabía que pasaba, lo último que recordaba era que Ranma había salido a buscar...

—¡Oh, Ranma! —gritó Akane y trató de pararse, pero no lo consiguió, aún estaba débil.

—Tranquila, Akane. El está bien; hace una hora que regresó y está con mi esposo y tu padre...

—Tengo que verlos —suplicó Akane—. Es urgente.

—Está bien, pequeña, les iré a decir que ya estás bien y quieres hablar con ellos —dijo Nodoka al instante que salía de la habitación. Nunca había visto así a Akane, y por su sobresalto, suponía que era algo importante.

—Akane, ¿en verdad estás bien? —preguntó Kasumi, un poco preocupada.

—Sí, Kasumi, pero necesito hablar con Ranma y los demás —dijo, mientras se recostaba y trataba de recordar lo que había soñado.

 

Nodoka bajó las escaleras precipitadamente. La expresión de Akane la tenía preocupada, sobre todo la seriedad con que se dirigió. Algo pasaba y, por ahora, era más importante avisarle a su esposo y los demás, que los buscaba.

Fue inmediatamente a Doujou y escuchó la voz del anciano maestro. Entró en el Doujou y vió que Ranma ya estaba recuperado. Se acercó y dirigiéndose a todos, dijo:

—Señores, Akane-chan tiene algo que decirles, y parece importante...

 

Fin del capítulo


Glosario:

Rikio-Ke: Del japonés, familia Rikio.

Kamisama: Del japonés, Dios.

Mitsuo: Nombre en japonés compuesto por los Kanji "luz" y "hombre".

Oshino: Nombre en japonés compuesto por los Kanji "secreto" y "campo".

Konatsu: Nombre en japonés compuesto por los Kanji "pequeño" y "verano".

Musabetsu Kakutou Ryuu: Estilo de pelea libre creado por Happosai.

Ojiisan: Del japonés, abuelo. Una forma cortés de llamar a los mayores.

Futon: Colchón de algodón ubicado generalmente en el piso tradicional del Japón.

Hajimemashite: Del japonés, mucho gusto.

Obaasama: Del japonés, abuela. Una forma cortés de llamar a los mayores.

Okagesamade: Del japonés, "gracias, gracias a Dios y a todos".

Chouchin: Lámpara japonesa.

Sonchou: Alcalde de una aldea.

Akane No Yume: Del japonés, "sueño de Akane".

Oneechan: Del japonés, hermana mayor.

 

 
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Ultima actualización:  16/12/01