Desde el Otro Lado del Río
un fanfic de Ranma ½
por Koji
Ranma ½ y personajes mencionados en este texto son Copyright © Rumiko
Takahashi.
Capítulo 2: El Despertar
Ryoga estaba con la espalda contra la puerta, como no queriendo que se
abra. Sus ojos estaban húmedos. Miraba a Ukyo, y se repetía y repetía
que estaría haciendo esto para alivianar el mal que le hizo al darle —e
incluso ponerle él mismo— aquel collar maldito. —U-Ukyo... Espero me perdones...
Ryoga se separó de la puerta, finalmente, y se sentó al lado de Ukyo,
en la cama. Se apretó las manos la una contra la otra, intentando que
dejaran de tiritar. Un sonido le llamó la atención; la manilla de la puerta
fue girada, y...
—Ryoga, lo siento; ya tenemos que ir a... a salvar a Ukyo. —Era Akane.
No volteó a verla, y en vez de eso, dio varios suspiros, entrecortados
por la increíble necesidad de llorar.
—R-Ryoga... —dijo Akane una vez más. Se acercó, y le tomó una mano—.
Estás tiritando...
Ryoga levantó la mirada, hacia los ojos de Akane. —Akane, yo... Yo no...
No pued... Yo...
Akane le dio una pequeña sonrisa, y le acarició la mejilla. Ryoga se
sorprendió, tomado por sorpresa, y se enrojeció un poco...
—Ryoga, sé que esto es duro para ti, pero hazlo pensando en Ukyo. Ella...
Ryoga asintió suavemente, ya un poco más tranquilo.
Él se levantó de la cama, y caminó hacia la puerta, todo el tiempo pensando
en que aquello era por el bien de Ukyo, para mantener el autocontrol.
Akane y Ranma por fin entraron al dojo con Ukyo (quien iba cargada en
los brazos de Ranma). Ryoga estaba parado cerca del sacerdote.
—¿Ya vamos a comenzar? —preguntó el sacerdote. Ranma y Akane asintieron
con sus cabezas, y Ryoga se hundió un poco más—. Entonces, acércate, hija
—le dijo a Akane.
Akane miró a Ranma; él hizo un movimiento con su cabeza que indicaba
que simplemente no sabía qué hacer. —Er... Usted no entiende, padre. Quien
se va a casar es esta otra chica —dijo, y apuntó a Ukyo.
—Pues, ¡despiértenla! —demandó.
Ambos, Akane y Ranma, comenzaron a transpirar. —La verdad es que no podemos...
Hehe...
El sacerdote la miró extrañamente. —¿Pero, entonces, cómo piensan casarla?
Ranma dejó suavemente a Ukyo en una silla, y se acercó al sacerdote.
—Ése es el problema. Si no se casa con Hibiki Ryoga —el de por allá— no
podrá despertar nunca. ¿Estamos claros?
El sacerdote "enrareció" aún más su mirada hacia los dos. —¡¿Pero
no se dan cuenta de que yo no puedo casar a una persona dormida?!
Esta vez Ryoga se acercó, y lo levantó por el cuello. —¡Usted, ESCUCHE!
¡¿No entiende que hacemos esto por salvar a Ukyo?!
—¡E-está bien...!
Akane se acercó a Ryoga, y le tomó un hombro. —Ryoga, cálmate... No sacas
nada con enojarte...
Ranma, desde detrás de Akane, levantó una ceja sarcásticamente. —Sí,
claro... Miren quién habla...
Akane se dio vuelta sorpresivamente, y lo atacó con una mirada de furia.
—¡¿No ves que esto es serio?!
Ranma miró al piso un momento, para luego volver a mirar a Akane, con
firmeza, pero sin hostilidad. —Está bien —asintió. Parecía más serio.
Ryoga se puso frente al sacerdote; Akane puso a Ukyo a su lado, en una
silla. El sacerdote tosió unas veces, y pronto comenzó a hablar.
—Estamos reunidos hoy para presenciar la unión de dos almas en Santo
Matrimonio.
Ranma y Akane estaban a unos pocos pasos de la pronto-a-ser pareja, observando.
A Ranma le parecía que Akane estaba muy pensativa. No parecía estar mirando
la ceremonia en el momento, y su expresión variaba ligeramente a cada
tiempo. Su labio comenzó a torcerse lentamente hasta al final lograr una
maravillosa sonrisa, que dejó a Ranma en un mismo estado de trance. Aún
atento, Ranma sintió que Akane estaba nerviosa. El pequeño brillo en sus
ojos llamó su atención.
—...en riqueza o pobreza, en...
Ranma no escuchaba la ceremonia como si fuera el evento principal en
el momento, sino, como si estuviera a varios metros de ella. Akane brillaba
frente a él. Pero, en un momento indeterminado, Akane dijo algo; sólo
le parecía recordar que el sacerdote había hecho una pregunta...
—Acepto —se movieron los labios de Akane.
Ranma parpadeó, y notó que Ryoga y el sacerdote habían volteado para
ver qué ocurría. Por una de esas cosas, Ranma bajó la vista, hasta su
brazo, y fue cuando notó que Akane lo estaba tomando de él. Asustado,
volvió a mirar arriba, al rostro de Akane; ella lo hacía al mismo tiempo,
sorprendida.
—A-Akane, ¿qué sucede...? —dijo, casi con timidez, Ranma. Akane abrió
los ojos a su máximo, y levantó su mano por sobre y detrás de su cabeza,
sólo para acercarla a gran velocidad al rostro de Ranma. Ranma cayó al
piso, lejos de su posición original.
—Ranma... no... baka... —murmuró, perpleja aún, Akane.
Ranma pronto se hubo levantado, y apresuradamente dio indicaciones al
sacerdote de que continuara. Sólo dio un corto vistazo a Ryoga y a su
temperamento, pero por pequeña muestra que fuera, fue suficiente para
saber que estaba por explotar. Aún así, Ryoga continuó.
Ryoga casi no podía aguantar su rabia; pronto haría a Ranma pagar, eso
sí, pero por el momento no podía hacer más que terminar la ceremonia.
Sólo faltaba que dijera las palabras, y todo eso habría acabado, dejándolo
libre para destruir a Ranma... Correcto: destruirlo...
—A-c-cepto —dijo, sus dientes apretados fuertemente, de manera de calmar
la urgencia. Entonces, llegaron Ranma y Akane con unos anillos; él, realmente,
no había pensado en ellos en ningún momento...
Tomó la mano de Ukyo suavemente, como si fuera de cristal; deslizó el
anillo por su anular, aún tiritando... Entonces, algo le llegó, y dijo,
a modo de hechicero—, Ahora, Ukyo... ¡Ya eres parte de mi familia! —Inesperadamente,
una luz enceguecedora alertó sus defensas de artista marcial, pero no
retrocedió.
Trató de abrir los ojos, y vio, sorprendido, cómo esa luz iba subiendo
por el brazo de Ukyo, y extendiéndose por el resto de su cuerpo. Pudo
observarlo todo detalladamente, aunque sólo habría durado un par de milésimas
de segundo. Terminó apenas hubo recorrido todo el cuerpo de Ukyo.
—¿U-Ukyo...? —vibraron los labios de Ryoga. Por sus hombros se asomaron
Ranma y Akane.
—¿Qué fue esa luz?
—Ya está despertando...
—¿Qué...? —parpadeó Ukyo.
—Ya abrió los ojos.
—Ukyo, ¿estás bien?
—Debes sentirte hambrienta...
—¡¿Alguien me puede explicar esto?!
Ukyo miró a Ryoga. —¿Ryoga...? —Él la miró, también, e hizo un sonido
de pregunta. Ukyo miró sus manos. —¿Por qué estás sosteniendo mi mano?
—Ryoga la soltó rápidamente.
—Eh... Disculpa...
Ranma caminó hacia Ukyo, y se sentó a su lado. Sonrió un poco tristemente.
—Ucchan, me alegro que ahora estés bien. Lo malo viene ahora... —dijo,
y miró a Ryoga. Ryoga comprendió, y levantó la mano, mostrando su anillo.
—Este anillo y el tuyo nos hacen marido y mujer.
Ukyo levantó su mano. Curiosamente, la misma que Ryoga sostenía cuando
ella estaba despertando, tenía un anillo. —Qué... ¡¿Qué quiere decir esto?!
—exclamó, y miró a Ranma, esperando una respuesta urgentemente.
—Era necesario —dijo, simplemente, Ranma, e interceptó su horror con
una comprensiva sonrisa. Ryoga intervino.
—Todo es culpa de ese collar... ¡Maldito collar, y nunca mejor dicho!
—Akane puso su mano sobre el hombro de Ryoga para calmarlo un poco; dio
cierto resultado.
—Ukyo, tú caíste en un trance cuando Ryoga te puso el collar. La única
manera de despertarte era... haciéndote de su misma familia. ¿Entiendes?
Ukyo escuchó con silencio. Miraba su mano, curiosa, pensando en por qué
el destino quiso esto. No sabía exactamente la razón, pero comenzó a recordar
su vida, los momentos con Ranchan... Todo era increíblemente doloroso,
porque tenía esa rara sensación de que nunca más volverían a pasar.
—Ukyo... Estás llorando...
Ukyo miró a Akane, y se llevó una mano al rostro. Estaba húmedo. —Lo
siento —dijo, sorpresivamente. Akane parpadeó un par de veces.
—¿Lo sientes? ¿Por qué? ¡No haz hecho nada tú! —Ukyo bajó la vista al
suelo—. Es que... Yo... —Ranma abrazó a Ukyo, un poco nerviosamente—.
Déjala, Akane... ¿No ves que está confundida con todo esto?
Ukyo no se movió al comienzo, pero pronto acumuló amargura, y se aferró
a Ranma, llorando sin descanso.
—¡Ukyo! —se asustó Ranma—. ¡Ranma, no puede ser, no puede ser, nopuedesernopuedeserNOPUEDE!
—Ukyo terminó mirando a Ranma al rostro, con una expresión de pánico,
y con la respiración agitada, mientras afirmaba la camisa china de Ranma
entre sus manos. Ranma la miraba, un poco aterrado y sin saber qué hacer.
—Ukyo... —dijo, en un tono bajo de voz, Ryoga—. Todo es mi culpa. Si
no hubiera sido por ese collar, no estarías aquí, casada conmigo, y...
Es mi culpa.
Ukyo pareció volver en sí, y se acercó a Ryoga, alejándose de Ranma.
—No, Ryoga... No te culpes... Fui yo, no debí pedirte el collar, debí
imaginar que algo pasaría...
Inmediatamente después de hablar con Ryoga, Ukyo caminó hacia la puerta,
sin esperar una respuesta. Salió del dojo, y comenzó a correr.
—¿Creen que sea bueno seguirla? —propuso Ranma.
Akane negó con la cabeza. —Mejor la dejamos meditar las cosas mientras.
Lo mejor será que discuta todo lo que tiene que discutir con Ryoga.
—Em... ¿Yo? —preguntó Ryoga, un poco confundido.
—Sí, Ryoga —Ranma dijo—. Habla con ella, que lo necesita.
Ukyo caminaba por una calle, no muy lejos del dojo. Ahora estoy casada
con Ryoga... Casada... Y jamás cumpliré mi sueño de vivir junto a Ranma...
pensaba. —No, claro que puedo vivir con Ranma! —dijo en un momento,
algo asombrada—. ¡Si mi matrimonio es en contra de mi voluntad, no tengo
por qué vivir con Ryoga, ni nada parecido!
—¡Uuuukyyyyoooo! —escuchó Ukyo, desde lejos.
—R-¿Ryoga...? —Miró a lo lejos, un par de cuadras al frente suyo. Cierto,
era Ryoga, quien daba vueltas para todos lados, mientras caminaba sin
rumbo. —¡¡RYOGAAA!! ¡¡ACÁ ESTOOOY!! —le gritó.
Ryoga se detuvo por un momento, al oír la voz de Ukyo. —¡Ukyo, ¿dónde
estás?!
Ukyo corrió por la calle, hacia Ryoga. —¡Ryoga, aquí estoy! —le dijo,
al toparse con su espalda. Él giró.
—¿Ukyo? Te estaba buscando....
Ukyo sonrió. —No te preocupes por mí. Es cierto que estamos... casados...,
pero también es cierto que no es nuestra obligación quedarnos juntos,
como pareja, ¿me entiendes?
Ryoga se rascó la cabeza. —Creo que sí... Pero también creo que tú y
yo sí tenemos algún tipo de unión, gracias a esto...
—Es verdad... Algún tipo... Pero eso no hace que no podamos vivir nuestras
vidas separadamente, ¿verdad, Ryoga?
Ryoga intentó sonreirle. Ukyo notó su expresión. —¿Qué ocurre...?
Entonces, Ryoga suspiró, y entristeció más su rostro. —Ukyo... Es que...
No sé cómo explicarte, pero siento como si nunca podré ser del todo feliz...
Como si...
A Ukyo le llegó una sensación amarga de pronto, quitándole los ánimos
que tuvo hace sólo segundos. —Ryoga..., creo que tienes razón... Pero
no te preocupes, tú y yo podremos vivir esto, podremos superar los inconvenientes,
y lograremos seguir una vida normal, ya lo verás...
Ryoga asintió, aunque no muy motivado.
Ukyo trató de sonreir un poco. —¿Qué te parece si vamos a mi restaurant,
a comer un poco? —Ryoga asintió otra vez, sin decir palabra, y pronto
estaban camino al okonomiyaki-ya.
Ranma practicaba en el dojo. Estaba un poco inquieto por lo que pasó
con Ukyo. No tenía idea si estaba bien en esos momentos. La verdad, no
confiaba en Ryoga, porque él se dejaba llevar muy fácilmente por sus sentimientos.
Patada. Patada. Puño. Salto y patada. Giro y puño. Salto defensivo hacia
atrás. Patada al rostro.
Akane miraba a Ranma, sin hacer el menor ruido, apoyada en la puerta
corrediza del dojo. Ranma se detuvo en un momento, apoyando sus manos
sobre sus rodillas, descansando.
—¿Qué habrá pasado con Ukyo? —preguntó Ranma, mientras respiraba profundamente.
—No sé... Debe estar bien, no te preocupes. Ryoga ya debe haberla calmado
para estos momentos.
Ranma se secó el sudor de la frente, y caminó hacia Akane. —Eso espero.
De alguna manera me siento culpable, aunque sé que fue el cerdo de Ryoga.
Akane lo miró con enojo. —Ryoga no tuvo la culpa, ni tampoco Ukyo. Nada
más mira que Ryoga cedió algo importante suyo para poder salvarla.
—Bueno, tienes razón. Sí... Kuno es el culpable.
—¡Ranma!
Ranma salió del dojo, y caminó hacia la casa. —Era sólo una broma, no
seas tan seria... Bueno, creo que mejor me voy a dar un baño. —Akane lo
siguió con la mirada.
Akane caminó hacia la casa, también, y subió por las escaleras, hacia
su pieza. Al entrar a ella, se dejó caer en la cama. Estoy segura de
que ni esto va a detener a Ukyo de molestar a Ranma, pensó. Continuó
observando el techo, sin cambiar su expresión, por largos momentos, pensando
en lo ocurrido. Pronto comenzó a sentir sueño, y cerró sus párpados inconscientemente.
En eso, Ranma terminaba su baño. Después de secarse y vestirse, salió
del cuarto. —¿Akane? —llamó. Caminó hacia la habitación de Akane, y vio
la puerta abierta. —Akane, ¿estás ahí...? —Vio
a Akane acostada de espalda en su cama, respirando lentamente—. Ella
es..... linda... —se encontró diciendo, de pronto. Miró hacia otro lado,
y parpadeó unas cuantas veces. —¿Pero qué me pasa...?
Akane abrió los ojos en el momento en que Ranma salía de su cuarto. —Ranma...
Ryoga y Ukyo comían silenciosamente desde que llegaron a la tienda. Ambos
estaban sumidos en sus propios pensamientos, aunque los pensamientos eran
parecidos. Al terminar de comer, Ryoga se levantó de su asiento rápidamente.
—Bien, Ukyo... Ya me voy. Gracias por la comida.
Ukyo se levantó también, y lo vio irse sin decir palabra. Quedó mirando
la puerta cerrada un tiempo, como sin saber qué hacer. Finalmente, decidió
cerrar la tienda momentáneamente, para lo cual guardó el letrero de la
entrada.
Se fue a la pieza que tenía en el local, en la que había puesto sólo
unos cuantos muebles. Se sentó en una silla poco cómoda, y no hizo nada
más que pensar ahí, encorvada levemente.
Un ruido alertó a Ukyo. Miró hacia la puerta. Era Konatsu. Se había olvidado
completamente de él...
—Oh, Konatsu, disculpa por haber desaparecido estos últimos días, pero
te prometo que tiene explicación...
Konatsu se sentó en la silla del lado de Ukyo. —Dime, ¿qué ocurrió en
todo este tiempo? Estuve... muy preocupado.
Ukyo no sabía realmente cómo responder esa pregunta. —Pues... Es una
larga historia, Konatsu... Pero te puedo resumir todo en que ahora Ryoga
y yo estamos casados... No entiendas mal, ninguno de los dos quería hacerlo,
fue por una maldición... —Ukyo hablaba desganadamente.
Konatsu no respondió. Quedó con la mirada fija sobre Ukyo, sin expresión
alguna en su rostro. —Yo... Mi... U-Ukyo, no puedo aceptar...
Ukyo miró el anillo en su dedo. —Konatsu, que estemos casados no quiere
decir que realmente seamos una pareja. Tuvimos que hacerlo nada más porque,
si no lo hacíamos, yo nunca saldría de un trance... Todo por culpa de
ese collar... —Luego miró a Konatsu, en frente suyo, quien parecía más
calmado, aunque no del todo.
—Está bien, Ukyo. Confío en ti —sonrió, femeninamente, Konatsu.
Ukyo, entonces, prosiguió a terminar de contarle la historia.
Ryoga había estado caminando sin rumbo desde que abandonó el okonomiyaki-ya.
Con la cabeza gacha, avanzaba lentamente por las calles del distrito de
Nerima.
—¡Hey! ¡Fíjate por donde caminas, chico!
—D-disculpe, señor...
Iba demasiado distraído.
No supo exactamente cuanto tiempo después, pero llegó a una plaza. Al
parecer había pasado ya bastante tiempo, porque las luces de la calle
comenzaban a encenderse, una a una, parpadeando un poco antes. La plaza
estaba completamente vacía, y con las pocas luminarias tenía un aspecto
tétrico. Siguió caminando, mirando con curiosidad el lugar. Finalmente,
se sentó en un banco verde, puesto justo bajo una de las luces.
Akane, pensó otra vez. Te amo, y te amaré siempre, pero me
tengo que alejar ahora.
Un ruido. ¿Una hoja seca siendo pisada? Y otro ruido más.
Ryoga giró la cabeza, en un movimiento rápido, hacia su derecha. Nadie.
Nadie más que el viento y la obscuridad, contrastada por el cielo aún
con restos de luz. Se levantó inmediatamente.
—¡¡Muéstrate!! —Quizás retractó decir esas palabras cuando vio una figura
humana aparecer bajo una de las luminarias, y seguía avanzando... hacia
él. Lo que vio en sus ojos, o lo poco que alcanzaba a ver de ellos, era
algo extraño...
Otra hoja crujió bajo los pies del personaje mientras estaba bien oculto
en las sombras. Sus pasos eran rápidos, y Ryoga por fin comenzaba a oírlos.
Volvió a pasar por una luminaria, y, con la proximidad, Ryoga sí pudo
ver sus ojos... O, mejor dicho, el lugar que ocuparían sus ojos... —¡Pero
si...!
El hombre se detuvo frente de él, sin ser tocado directamente por la
luz de la luminaria. No habló. Ni Ryoga.
Ryoga tomó un par de pasos hacia atrás, y adoptó una postura defensiva.
El otro hombre no se movió de su lugar.
En un segundo, Ryoga sintió un agudo dolor en su pecho, y fue impulsado
hacia el suelo, varios metros atrás. Un golpe, como cualquiera, pero...
no lo pudo ver. Quedó en el lugar, asombrado.
—Ese golpe... No lo vi venir. Nunca vi moverse, siquiera, al hombre.
El hombre misterioso se acercó a Ryoga, que estaba en el suelo. Habló
con una raspada voz.
—Levántate. —Siguió apuntando con la cabeza hacia ninguna parte, ocasionalmente
torciéndola un poco cuando Ryoga hacía un ruido, a sus pies.
Ryoga se levantó del suelo. Cuando lo hizo, sintió que el dolor en su
pecho se hacía más fuerte aún, pero trató de soportarlo... La pelea aún
no acababa. Se preparó, esta vez pensando en su ataque.
—¡HIAAAAA! —gritó, mientras le lanzaba un golpe de puño al rostro.
En el poco tiempo que le tomó acercar el golpe, Ryoga vio que el hombre
no se movía. Cuando estaba seguro de que iba a conectar, más rápido que
el rayo, el hombre lo interceptó con la palma. —Cuidado —dijo en un susurro.
Entonces, apretó la mano, y los huesos de Ryoga crujieron.
Ryoga miró con horror al hombre, no por la mano que ahora no podría ocupar,
sino por la velocidad y firmeza de su bloqueo. Ahora Ryoga estaba aún
más desaventajado, sin su puño derecho... ¿Cómo podría vencerlo?
Fin del capítulo
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