Un Rurouni Para tus Pensamientos
un fanfic de Rurouni Kenshin
por Information Specialist
traducido al español por Azur
Rurouni Kenshin y personajes mencionados en este texto
son Copyright © Nobuhiro Watsuki.
Capitulo 11: Misterios Dejados Atrás
—¡¡¡KUSO!!! —El puño de Sanosuke atravesó
la puerta de su casa. ¿Por qué siempre las cosas tienen que
salir tan mal? ¿Por qué no puede por una vez estar todo bien?
Kaoru no estaba en ningún lado, no podían
encontrarla, y ahora la preocupación era la misma por saber donde
estaría Kenshin. Probablemente, aún estaría buscando
inútilmente en los alrededores del pueblo. Jo-chan no está
aquí. Ella no hubiera tomado todas sus cosas si hubiera salido
a caminar. Sano recordó la discusión que había
tenido con Kenshin. En realidad, había sido más bien como
un ejercicio para la paciencia de Sano. Desafortunadamente para Kenshin,
la paciencia de Sano había estado bastante limitada en esos días.
Peinaron la zona boscosa de los alrededores casi hasta
el anochecer, corriendo a la deriva buscando una aparición que
no estaría allí. Ella había desaparecido sin dejar
rastros. Al principio, Yahiko había gritado su nombre con toda
la fuerza de sus pulmones. Después de un rato, simplemente lloraba
nombrándola. Sano había cargado al joven de diez años
sobre sus hombros, mientras observaba a Kenshin significativamente. ¿Por
cuánto tiempo seguirían así? Ella había partido
hacía horas y no tenían idea que dirección habría
seguido. Continuar con esto no tenía sentido. Kenshin había
dado un último vistazo a los bosques cercanos antes de encaminarse
de regreso a casa. Para cuando regresaron y dejaron al niño en
su futon, Yahiko estaba dormido. Sanosuke fue a tener una larga
conversación con Kenshin. Recordaba claramente como había
caminado hacia él, sentándose abatidamente en el piso. Sus
oscuros ojos ardían y su ceño estaba muy fruncido. La pregunta
que había retenido en su interior estalló en la tranquilidad
de la noche.
—¿Por qué demonios le dijiste a Jo-chan que no
la amabas? —preguntó con la voz áspera de la emoción.
Kenshin abrió los ojos desmesuradamente ante la sorpresa, y giró
hacia Sano.
—Sí, Kenshin. Yo estaba allí. Lo escuché
todo. Ahora, explícame por qué rechazaste a Kaoru cuando
más te necesitaba. ¡¿Por qué le dijiste que no la amabas?!!
—Esa era una demanda, y por mucho que trató, Sanosuke no pudo evitar
el tono acusador en su tono de voz. Kenshin permaneció mirando
hacia el espacio por un momento. Después, respondió con
monotonía.
—Simplemente le dije la verdad.
—¿Qué se supone que significa eso?
—Sano, no puedo mentirle a Kaoru-dono, o a mí
mismo. No quise engañarla. Tu no puedes decirle a alguien que lo
quieres cuando no... —Kenshin se contuvo justo a tiempo y pensó
en lo que casi había dicho.
—¿Oh? Así que lo que quieres decir es que tu no
quieres a Jo-chan —manifestó Sano con un peligroso bajo tono de
voz.
—No quise decir eso —dijo Kenshin, inútilmente.
—Bueno, ¿entonces qué quisiste decir? —preguntó
Sano, frustrado.
—No lo sé —contestó Kenshin, mirando a
Sano con ojos confusos. Ver a Kenshin así provocó que Sano
se sintiera más compasivo ante la situación en la que Kenshin
estaba. Pero aún así...
—Che. Bien, Kenshin, pero aún así tu podrías
haber manejado la situación un poco mejor. Quiero decir, ¿en qué
estabas pensando cuando le contestaste a Jo-chan?
Kenshin le contestó con la verdad.
—Que ella es joven y que ha pasado por mucho en estos
días. Sus emociones están en conflicto y su mente está
en un estado peligroso e inestable. Si yo le hubiese dicho que correspondía
sus sentimientos solo para complacerla, le hubiera causado más
dolor e inestabilidad. —Miró a Sano directamente—. No creo que
necesite ese tipo de confusión en este momento. Lo que ella necesita
es un amigo.
Sano miró a Kenshin escépticamente.
—Kenshin, después de todo lo sucedido, ¿aún
sigues creyendo esa basura?
El vagabundo no contestó.
—Déjame ver si lo entendí bien. Jo-chan
necesitaba un amigo, así que tu te convertiste en ese amigo. De
hecho, fuiste tan buen amigo, que ella no quiso hablar contigo sobre lo
que le había sucedido. No, ella prefirió contarle a Saitoh
sobre sus problemas y luego te abandonó sin siquiera una explicación.
Despierta, Kenshin. Jo-chan no necesita un amigo. Ella te necesita
a ti. Dijiste que no querías mentirle, que es "joven"
y que sus emociones están en "conflicto". Para cualquiera
que pueda ver todo esto desde afuera, lo más probable es que piense
que estás ciego. Ella te ama, Kenshin, y si no fueras un idiota
tan grande, dejarías de mentirte a ti mismo y admitirías
que también la amas. Todo lo que ella necesitaba era que le demostraras
que te preocupas tanto por ella, como ella lo hace por ti, pero no
pudiste hacerlo, ¿verdad?
Sano extrajo el puño de la puerta al recordar
el dolor en los ojos de Kenshin cuando le contestó.
—No, no pude.
Sano inmediatamente se arrepintió de sus palabras.
Ver los ojos de Kenshin cuando pronunció esas palabras, nunca había
visto algo semejante. El intenso dolor rivalizaba con la fiereza de la
letal mirada de Battousai. Por primera vez, el dolor en sus ojos fue develado.
El usual velo había sido removido para revelar una total y pura
angustia. El ex-gangster se maldijo por sus propias palabras. Pero era
muy tarde como para retractarse por algo. Kenshin está tratando
de convencerse a sí mismo de que no ama a Kaoru. ¿Igual que
tu estás tratando de convencerte de que no amas a Megumi?
—Maldición. Eso es diferente. Kenshin no tiene
motivos para rechazar a Jo-chan. Yo tengo más que suficientes razones
para ignorar mis sentimientos por la mujer zorro. ¿Oh, sí? pareció
retarlo la implacable voz dentro de su cabeza. Nombra una.
Orgullo.
Sano sacudió su cabeza disgustado mientras ingresaba
a su casa. Sintiéndose exhausto. Se dejó caer sobre su futon.
Observó detenidamente el techo durante un rato, tratando de aclarar
sus pensamientos. Cuando eso no funcionó, se giró hacia
un lado y encontró una nota cerca de su cabeza. La tomó
y comenzó a leer rápidamente.
Sanosuke:
Discúlpame por haberme marchado tan repentinamente, es que
tengo que encargarme de algo. No sé cuando regresaré.
En realidad no está en mis manos. Hasta entonces, cuídalos
a todos: Genzai-sensei, Ayame-chan, Suzume-chan, Yahiko, Megumi, Tae-san,
Tsubame-chan y Kenshin. Puede que haya alguien tras ellos y ambos, tú
y Kenshin deben quedarse para cuidarlos. No desperdicien su tiempo tratando
de encontrarme, no lo harán. Sanosuke, confío en ti. Muéstrale
esta nota solo a las personas que necesiten verla. Y dile a Kenshin
que la razón de mi partida no tiene nada que ver con él.
Esto es algo de lo que debo encargarme por mi misma y no quiero ver
a ninguno de ustedes involucrados. Ten cuidado.
Kamiya Kaoru
Sano permaneció inmóvil. La mano que sostenía
la carta fue bajando lentamente para dejar ver su furibundo rostro.
—¡¡¡ESE IDIOTA!!! —gritó con furia, despertando
a todo el vecindario.
Moryo salió del restaurante. La niña no
recordaba nada de lo que había sucedido. Tal vez su joven mente
no pudo soportar el shock por lo sucedido y borró por completo
el incidente. Eso era bueno. Significaba que no tendría que matarla.
Pensó en sus hombres. Habían sido muy estúpidos por
raptarla a ella en primer lugar. Todo lo que él quería era
a la chica Kamiya. No quería que ninguna acción innecesaria
pusiera en peligro su secreta organización. Ahora, la chica Kamiya
estaba desaparecida. Eso era bastante desafortunado. Sus hombres habían
probado ser incapaces e incompetentes. Sin mencionar desobedientes. El
ya había arreglado que se "retirara" al grupo culpable.
Con eso fuera del camino, había decidido hacer una visita al hogar
de la chica. Tal vez podría encontrar alguna pista de donde se
encontraba la chica. Tenía a alguien rastreándola, por supuesto,
pero quería saber de antemano a donde había ido, para así
tener suficiente tiempo como para prepararle una "bienvenida".
Se encaminó hacia el dojo Kamiya, reflexionando sobre lo que podría
encontrar.
Saitoh estaba tratando de dormirse en el carruaje, una
hazaña de evidente dificultad para ser llevada a cabo dado que
tenía en su mente demasiadas cosas. Estaba muy molesto por la cantidad
de información que había conseguido. Otra cosa que lo traía
molesto era que el hombre que él buscaba había partido para
Kyoto, y además de eso no tenía ninguna otra información.
Además, tendría que esperar por la chica Kamiya antes de
siquiera poder empezar a buscarlos. No había esperado para nada
que ella estuviera de acuerdo con su trato. Por qué preferir exponerse
a sí misma al peligro en lugar de decirle quienes eran los asaltantes
era algo que iba más allá de su entendimiento. La chica
era un misterio para él.
Odiaba el hecho de que desde que ella era la única
pista que tenía, dependía de ella. Eso prometía ser
un completo fastidio. Pero se calmó a sí mismo pensando
en cual furioso debería estar Battousai ahora mismo; la chica había
demostrado claramente que no tenía intención de dejarle
saber lo que estaba planeando hacer, y que el cielo impida que él
interfiera. Pero un raro golpe de conciencia parecía regañarle.
Quizá debería haberle hecho saber que ella estaría
a salvo. Por otro lado, no estaba en su naturaleza hacer algo por nada.
No tenía absolutamente nada que ganar al hacerle saber que la chica
estaría con él. Ah, ahora había una imagen que recurrió
a él. Sus delgados labios se curvaron en una sonrisa burlona al
pensar en cuan "fastidiado" estaría Kenshin si se enterara
de su mujer estaba viajando con su ex-enemigo. Su sonrisa desapareció
al preguntarse que sería lo que la chica tendría en mente.
Su experiencia con mujeres, su esposa en particular, lo hacían
cauteloso con respecto a los sentimientos de la chica por el anteriormente
hitokiri. No que le importara a él mismo, pero el hecho de que
no quisiera dejar que Himura se involucrara le hizo preguntarse que tan
delicada sería la situación que tenía entre manos.
¿Tal vez el padre de la chica había tenido algún encuentro
con Battousai? Tomando en consideración la información que
hasta ahora había conseguido, la posibilidad no parecía
improbable.
Miziko corrió tan rápido como pudo. Su
corazón latía violentamente de miedo. Muy a menudo, giraba
para ver sobre su hombro. ¡Kuso! Realmente me están siguiendo.
Rápidamente se introdujo en un edificio que estaba desmoronándose,
y se sentó cerca de los cimientos, tratando de recobrar el aliento
sin hacer mucho ruido. Se suponía que este sería un trabajo
fácil. Si hubiese sabido que iba a ser acechado de esta manera,
jamás hubiese aceptado, ¡ni siquiera por todo el dinero del mundo!
Observó desde ese lugar los alrededores del edificio, y viendo
que no había nadie comenzó a levantarse, y de pronto sintió
la punta de una katana pinchar contra su espalda.
—No me movería si fuera tú —Miziko se congelo,
no por el miedo, sino porque reconocía la voz. Se giró lentamente.
—¡Tú! ¿Por qué me estás siguiendo?
¿Qué quieres?
Kenshin caminaba sin prestarle atención a los
alrededores. Sabía que Kaoru había abandonado Tokio pero
necesitaba tiempo para pensar y una parte de él aún estaba
esperando que ella apareciera. Caminar a través de la noche le
daba también la oportunidad de volver a pensar lo que le había
dicho a Sano, dándose cuenta que sus palabras no habían
sido muy precisas. Era verdad que no quería involucrarse con Kaoru
porque ella estaba muy vulnerable, pero también era porque no era
correcto para él estar con ella. Ella era joven, inocente, y tenía
un muy limitado conocimiento del mundo en el que él había
vivido. Y así era como él quería que fuera. Como
vagabundo, estaba acostumbrado a ayudar a las personas donde fuera que
estuviera, pero nunca antes alguien le había dado el incentivo
como para establecerse. Ninguna mujer le había demostrado afecto
en tantos aspectos como lo había hecho Kaoru. Antes, nunca había
contemplado un futuro con alguien. Después de haber regresado de
Kyoto, y después de su pelea contra Shishio, no podía imaginar
su futuro en ningún otro lugar. No sabía por qué
todo era tan diferente con ella, cuan profundo sentía él
por ella, o su verdadero motivo para permanecer allí. En Kyoto,
cuando su cuerpo quería rendirse, pensar en ella esperando por
él le hizo permanecer de pie. Su voz diciéndole que regresarían
juntos, su sonrisa, eso era todo lo que le había hecho reunir suficiente
fuerza y terminar la batalla. Lo reconocía así. Además
supo que, aún cuando viviera para proteger a la gente, el protegerla
a ella le hacía sentir vivo. Querría protegerla de todo
mal en el mundo, y ese mal lo incluía a él mismo y a su
pasado. En completo contraste a sus intenciones sin embargo, estaba la
posibilidad de que pudiera inconscientemente regresar a su feroz naturaleza
sólo por protegerla. Su maestro le había enseñado
que la única forma de pelear con el máximo de su habilidad
era mientras permaneciera en control de sí mismo. Le enseñó
el Ama Kakeru Ryuno Hirameki. Lo que no le enseñó
fue que hacer cuando quisiera perder el control, como ahora. Sentía
al hitokiri agitarse y estremecerse en lo más profundo de su ser.
Pero no era solo el hitokiri el que quería venganza. Dudaba si
sería suficiente para él el apenas herir a quien fuera el
responsable por las heridas de Kaoru. ¿Qué pasaría si perdiera
el control? El hecho de que quizá nunca encontrara al atacante
hacía poco por reconfortarlo, y la necesidad de estar con ella,
de protegerla de la maldad lo estaba consumiendo por fuera y por dentro.
Kaoru-dono. ¿Dónde está? ¿Adónde fue? De pronto
Kenshin se dio cuenta de lo extraño de los alrededores. Viendo
bien a todos lados notó que había vagado hasta las afueras
de la cuidad, donde Sanosuke solía ir a apostar. Girando para regresar,
escuchó una conmoción.
—¡¡Pero secuestrar a la otra fue tu plan! ¡¡Yo sólo
lo lleve a cabo!!
—Verdad, pero al jefe no le gustó. Ahora demanda
que alguien cargue con la culpa.
—¡¡Pero no puedes hacerme esto!! —se defendió
Miziko, aún sabiendo que era inútil. El hombre lo miró
con ojos fríos.
—Te dije que mantuvieras vigilada a la chica. Sabías
que si resultaba herida, tu serías el responsable.
Los ojos de Miziko se abrieron muy grande al entender
el significado de aquellas palabras.
—¡¡Pero si yo no la toqué!! ¡¡Ni siquiera me le
acerque!! Fueron los otros dos. Los nuevo...
—Cuando Okashira los contrató, sabía que
lo más probable era que ellos la asaltaran. Si realmente lo hicieron
o no a él no le interesa. Es por eso que te dije que continuaras
y que no dejaras que nadie, incluído tu mismo, se le acercara.
Miziko ahora estaba tan confundido como asustado.
—¡Pero no lo entiendo! Si a él no le importa que
pase con ella, ¡¿por qué a ti sí?!
—Eso a ti no te concierne. Lo que sí es el hecho
de que tu no cumpliste con tu propósito. Ya no me eres útil.
Fin del capítulo
|