Añoranza
un fanfic de The Vision of Escaflowne
por Jost
The Vision of Escaflowne y personajes y situaciones derivadas son Copyright
© Hajime Yadate y Shouji Kawamori.
¿Es un sueño? ¿O solo una ilusión?
Estrellas. Veo un cielo puro cuajado de incontables puntos de luz. E
iluminándome, dos grandes cuerpos celestes, la Tierra y la Luna.
Ahí están mis orígenes. Es de donde yo vengo.
Allí me llamaban Hitomi Kanzaki.
Aquí, sin embargo, para todos soy la muchacha de la Luna de las Ilusiones.
Sobre el estanque se refleja la imagen de mi mundo natal.
Dicen que la soledad no es buena compañía, pero necesito estar un tiempo
sola. Han sucedido tantas cosas desde que llegué aquí... Pienso que debió
ser un accidente, que el dragón de Tierra que perseguía Van Fanel para
arrebatarle su corazón se materializó en mi instituto de la misma forma
que podía haber aparecido en cualquier lugar del globo terráqueo...
No te engañes, Hitomi. Ha sido obra del Destino.
O por lo menos, eso pienso para consolarme.
¿Qué es lo que se dice? Que no se echa en falta lo que tienes hasta que
lo pierdes. Aquí tampoco estás tan mal, Hitomi. Van Fanel y Allen Shezard
siempre están ahí para protegerte... sobre todo Allen. Allen Shezard...
Amano... Mi querido Amano... El fue el último que me vio partir hacia
Gaea.
Sin embargo, siempre que trato de recordar a Amano, acude a mi mente
Allen. ¿Será porque ambos son tan parecidos?
Si dijera lo que pienso ante Van Fanel y Allen dirían que soy una desagradecida.
Pienso que al principio sólo me apreciaban porque era capaz de intuir
la presencia de Guymelefs invisibles. Si no tuviera ese poder, hubiera
tenido que arreglármelas para sobrevivir en Gaea por mis propios medios.
¿Y de qué viviría aquí? Mis estudios en este mundo no valen para nada,
solo hubiera podido ser campesina o trabajar como doncella en la casa
de algún rico hacendado...
¿Y si hubiera probado suerte en los estudios de medicina? Como la princesa
Millerna.
Millerna... ella está enamorada de Allen. Aquella noche traicionera en
Asturia la vi como ella le declaraba su amor...
Mentiría si dijera que no me afectó. Estabas muy cerca de ellos, Hitomi.
Antes, en la cena, bajo los efectos del vino te alegraste al pensar "Allen
está libre". ¡Pero si Allen es un seductor! El príncipe de Freid
es su hijo...
Las mujeres no aprendemos, Hitomi. Cuando el amor nos atrapa, nos dan
igual los argumentos de la lógica.
Te sientes atraída por Allen porque te recuerda a Amano. Y ese vínculo
es lo que te recuerda que tu mundo es la Tierra. No Gaea.
¿Recuerdas Hitomi, cuando le explicaste a Amano el funcionamiento del
colgante?
Lo tengo aquí. Lo cojo con la mano derecha. Comienzo a balancearlo, de
un lado a otro. Cada vaivén del colgante es un segundo exacto...
¿Qué hago aquí sola hablando conmigo misma? Deberías volver con ellos,
Hitomi.
Quiero estar sola.
Guardo el colgante.
A decir verdad, Gaea sería un buen sitio para vivir si no fuera por nuestros
enemigos de Zaibach.
Y a decir verdad, creo que no sería tan mala idea quedarse aquí. Con
Allen.
O con Van Fanel.
¿A qué viene esa duda?
Siempre llevo conmigo la baraja de cartas del tarot. Pienso en mis amigas
pidiéndome que les eche las cartas, queriendo saber si van a aprobar un
examen o si tal o cual chico las corresponde en sus sentimientos. En el
instituto tenía fama de buena echadora de cartas...
"¡Siempre aciertas, Hitomi!"
Mis amigas... mis amigas... que buenos ratos he pasado con ellas...
Aquí, mi mayor don es nuestra salvación. En Gaea, utilizo las cartas
para sobrevivir, para averiguar cosas antes que nuestros enemigos...
¿Qué pasaría si yo me echara las cartas a mi misma? ¿Sería eso posible?
¿Y si descubrieras, Hitomi, que tu Destino es la muerte o la desgracia?
Me fijo en la superficie del estanque. Está lisa como un plato. En este
mundo, la Luna de las Ilusiones siempre está en el cielo. Se ve hasta
de día...
—¡Hitomi! ¡Hitomi!
Oh, vaya, es la voz de Merle. Criatura, ¿qué querrá ahora?
Se me acerca.
—¿Qué haces aquí Hitomi? —Se sienta en el suelo a mi lado, apoyándose
sobre sus cuartos traseros, como los gatos.
Cierro los ojos. Antes mi mente estaba llena de recuerdos, pero ahora
con ella a mi lado no puedo estar relajada.
—¿Qué te pasa, Hitomi?
Espero a que se vaya. Pero abro los ojos y ella se ha colocado delante
de mí.
—¿Te pasa algo, Hitomi?
—Quiero estar sola —le digo.
—¿Has tenido otra de tus visiones? —me pregunta ella, con una expresión
de recelo en su mirada.
Hoy no, Merle. Hoy no he tenido visiones. No he pensado en batallas entre
ejércitos de gigantes máquinas de combate, no he pensado en gente que
conozco que muere sin que nadie pueda hacer nada para evitarlo, no he
pensado en que Van es hijo de una habitante de Atlantis y en que vosotros
dos sois amigos desde la infancia...
Oh, Van. ¿Por qué no puedes estar conmigo ahora? Te rescaté una vez de
las fuerzas de Zaibach. ¿Por qué no puedes rescatarme de la soledad de
esta noche?
—Te comprendo —me dice Merle.
¿Merle me comprende?
—Desde que mi señor Van activó el Escaflowne, ya no es el mismo... Piensas
en eso, ¿no?
—Pues sí...
Las dos miramos al cielo.
Ha pasado mucho tiempo desde que ella me robó el colgante la primera
vez que me conoció en Fanelia.
Esbozo una sonrisa astuta.
—Hitomi —dice Merle, inquieta—. No me querrás arrancar los pelos del
bigote, ¿verdad?
—Claro que no, tonta. Merle... ¿quieres que te eche las cartas?
—¿A mí? —Merle hace un gesto de rechazo—. No, déjalo...
Quería complacerla.
Creo que es mucho mejor vivir sin saber lo que te depara el Destino.
Que ironía que esto lo diga una echadora de cartas...
He decidido que, si algún día vuelvo a la Tierra, no volveré a echarle
las cartas a nadie.
Lo prometo.
Fin
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