La Biblioteca Perdida de Phantasia
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El Prometido de Nabiki

un fanfic de Ranma ½
por Akai

Ranma ½ y personajes mencionados en este texto son Copyright © Rumiko Takahashi.

Notas del autor: Sólo unas palabras antes de comenzar: los recuerdos de Nabiki están basados en historias originales del manga, no muy fieles a lo que pasó en realidad, pero en fin.


El sol salía por el oriente. La luz penetra por su ventana, ha comenzado un nuevo día. Los cálidos rayos de sol le pegan en sus lindos y grandes ojos; parpadea, hora de levantarse e ir a la escuela.

Se quitó la pijama. Su bello cuerpo, de una señorita de 17 años, estaba siendo cubierto por su habitual uniforme azul. Tomó sus mochila y bajó. Se acercó al comedor, ahí encontró a los miembros de su familia y a los huéspedes. Y los vio a ellos, ahí sentados uno a lado del otro. Suspiró y reuniendo, una vez más, fuerza de voluntad, puso cara de indiferencia y dijo.

—¡Buenos días! —Cada vez le era más difícil fingir una alegría que no tenía.

—¡Buenos días, Nabiki! —contestaron todos.

Se sentó, como siempre, enfrente de ellos. Los veía reñir, sólo porque él no había terminado sus deberes escolares y le pedía ayuda a ella. Comía lentamente. Observaba al resto, nadie ponía especial atención en la pequeña riña, todos continuaban comiendo. Los había visto pelearse más fuerte, pero su amor no se debilitada por ello, es más, parecía que cada vez se fortalecía más y más. Se paró, dejando su tazón en la mesa. Se dirigió al baño, para lavarse los dientes, y ahí, frente al espejo, vio su rostro, ese bello rostro, hermosamente rodeado por su esplendoroso cabello corto, que le daba un toque de sensualidad. Se veía a sí misma y se preguntaba por qué, por qué ella no tenía a...

—¡No es justo! —murmuró con tristeza y una lagrima recorrió su mejilla. Se secó sus ojos vidriosos y salió directamente a la calle, solamente gritó, desde fuera, "Ittekimasu", y se fue.

Era temprano, apenas pasaban de las 8:00 horas, pero no podía aguantar más seguir ahí, viéndolos. Caminaba por la ruta que recorría todos los días, pasando por el pequeño parque. Volteó a su derecha para no encontrar a nadie y recordó las veces en que iba acompañada de su hermana, hasta que llegó él, y se tuvo que venir más temprano y sola, para no estorbarle.

Iba en silencio, sin saber por qué se dirigió al parque, se acercó a los juegos infantiles y se sentó en un columpio. Se meció y vino a su memoria el día que lo conocieron. Cómo pudo dejar ir la oportunidad.


Acababa de llegar la carta que tanto había estado esperando. Le avisó a sus hijas que se arreglaran y fueran a la estancia.

—Hijas, hoy llega mi amigo Saotome —dijo Soun dirigiéndose a las tres chicas sentadas alrededor de la mesa—. Como acordamos, él traerá a Ranma, su único hijo, para casarse con una de las tres.

De las tres, la que se veía más interesada era la mediana, Nabiki; las otras dos lo tomaban a la ligera.

—Y dime, Papá, ¿Ranma es guapo? —preguntó Nabiki, bellamente vestida con un kimono de flores.

—No lo sé, nunca lo he visto —fue la única respuesta del padre.

—Espero que sea de mi edad —dijo la mayor.

—Uuuyyy, ¿a quién se le ocurre comprometernos con alguien que ni conocemos? —comentó la más chica, no menos bella que sus hermanas, pero vestida con su dougi de entrenamiento, que le daba una apariencia desfachatada. Agregó—: Además, ¿a quién le interesa?

—Lo hicimos para mantener vivo nuestro estilo de pelea, además...

Fue interrumpido por el sonido de una puerta que se abría.

—¡Ya llegó Ranma! —gritó eufóricamente Nabiki, que se paró de inmediato, tras su papá, para recibir a los invitados. Al ver que se acercaba un panda gigante, forcejeando con una linda chica, retrocedieron ante tremendo susto. El panda se acercó y puso a la chica enfrente de los miembros de la familia Tendou, no le quedó otra que presentarse.

Hajimemashite, mi nombre es Saotome Ranma.

La sorpresa fue general, Soun se lamentaba:

—¡No puede ser! ¡Saotome me dijo que había tenido un hijo, pero está es una chica!

—¡Papá! ¿Cómo nos comprometiste con una chica? —Nabiki estaba indignada. Se acercó a la chica y le palpó el pecho, para comprobar que si era una chica—. ¡Sí lo es!

—Err, ¿puedes dejar de hacer eso? —dijo la chica, incómoda al sentir como se movían sus pechos. Volteó a ver a las demás chicas y vio que una con un dougi de entrenamiento se le acercaba.

—Hola, mi nombre es Akane, espero que seamos buenas amigas. —Se estrecharon las manos—. Según sé, eres una buena combatiente. ¿Quiéres que practiquemos un poco?

— Essteee... bueno. —Y ambas salieron rumbo al Doujou.

Nabiki se desilusionó, pero no era la primera vez; realmente se había entusiasmado con la idea de tener un prometido. Subió las escaleras y entró a su habitación. Se sentó en el borde de su cama a contemplar la puerta. Imaginaba que un chico rico y bien parecido entraba por la puerta y le confesaba amor eterno. Se sonrío.

—Bueno, no creo que Ranma, si fuese hombre, tuviera dinero, después de todo. Si no, no hubiera venido aquí por la promesa del Doujou de papá —se dijo para consolarse y comenzó la extenuante labor de quitarse su kimono.

Rato después, ya vestida con un pequeñísimo short y una blusa de tirantes color negro, salió de su habitación, dispuesta a perdonar a su padre por tremendo error. Se dirigió a la estancia, pero en el momento de pasar vio que se encontraba platicando con un señor de lentes y con un pañuelo blanco en la cabeza, así que se dirigió a la cocina, donde seguramente encontraría a Kasumi.

Neechan, ¿quién es el señor que está con Papá?

—No lo sé, Nabiki, quizás sea un amigo.

¿Amigo? Había dicho amigo; quizás fuera su mejor amigo, Saotome. Entonces, puede que esa chica no fuese en realidad Ranma, y, por lo tanto, Ranma sí fuera un chico. Se disponía a subir para arreglarse, cuando oyó el histérico grito de Akane.

Las dos, así como su papá y el señor se asomaron para ver a qué se debían esos gritos.

Tras la breve explicación de la Tendou más joven y la posterior presentación de Ranma y Genma, Nabiki se sentía derrotada, no veía al chico como un candidato a su corazón. Así que decidió apoyar la idea de su hermana mayor de que fuera el prometido de Akane. Lo había despreciado por primera vez.


Se meció una vez más y los vio pasar corriendo, juntos y alegres, aún con la posibilidad de llegar tarde y sus demás diferencias que tenían constantemente, se podía decir que eran hasta felices.

Se levantó y caminó tranquilamente. No le importaba que hoy llegará tarde a la escuela. Oyó a lo lejos una campana, sin duda ya habían ingresado todos al salón y pronto notarían su ausencia. Era extraño, no recordaba lo que hacía siempre que llegaba temprano a la escuela. No estaba con sus amigas, no hablaba con casi nadie, no miraba a nadie; ahora recordaba, planeaba y organizaba la forma de obtener dinero. Contaba las fotos que tenía y les avisaba a sus compañeros sobre su "mercancía".

Llego a su salón a las 9:15, muy tarde, pero al profesor le extrañó eso, y, debido a su conducta normal de llegar temprano y ser una buena estudiante, le perdonó el castigo y la dejó entrar.

Clase de historia; le aburría. Prefería una donde pudiera usar su habilidad con los números. La mañana transcurrió de manera monótona, al sonar la campana, de las 12 del día, se levantó mecánicamente y se dirigió al patio. Seguramente vendería más fotos de Ranma-chan. Era un buen negocio.

Kunou la miró al salir del salón, sintió el deseo de sonreírle, pero él se marchó, seguramente para ir a ver a su hermana. Pero por qué a ella, que ya tiene quien la ame y a quien amar. Quisiera estar en su lugar por lo menos una vez.

Salió al patio con ese pensamiento en su cabeza, se fue a sentar debajo de un árbol y se volvió a preguntar, por qué a ella. Después de despreciar a Ranma, se arrepintió y era su deseo tomar, aunque fuera por una vez, el lugar de su pequeña hermana.


Ella regresaba de un paseo, solitaria como siempre. "Voy con unas amigas". Mentira, al final siempre terminaba sola. Era hora de volver a fingir que llevaba una vida placentera y sin preocupaciones. Adentro se oían los gritos de Akane, seguramente persiguiendo al maestro Happosai.

Abrió la puerta y vio una botella de salsa volar hacia ella. El desanimo evitó que la esquivara. Vio el rostro de su hermanita, pidiendo disculpas; se sintió importante. Oh, desencanto. "Ya se dio cuenta que es su sudadera", su sentimiento de grandeza se esfumaron.

Fueron juntas a su cuarto, otro desencanto. La descubre con una buena cantidad de su ropa, que había pedido prestado. "Quizás si me visto con su ropa me sienta más como ella se siente". Error, sólo había acumulado una buena cantidad del guardarropa de su hermana, eso sin mencionar los innumerables objetos, desde un paraguas, hasta un par de zapatos y la bufanda que había tejido.

Hay que ver la que se armó cuando llegó Ranma-kun a devolver el "trapo" que le había prestado para limpiar eso que los unió por acuerdo de papá y el Sr. Genma, el Doujou de la familia. Su hermana no pudo dominar su ira y, sin pensarlo, le "regaló" a Ranma como prometido. Su sueño se hacía realidad.

Ahora no tenía el miedo que tuvo cuando lo conoció, en esta ocasión, si lo aceptó. Estaba feliz, por primera vez tenía algo más que dinero. No le importaba que su hermanita sufriera un poco, total ella tenía tantos pretendientes que pronto se decidiría por alguno y se olvidaría de Ranma.

Pero Ranma no la amaba, él ama a su hermana. Lo podía resistir; con el tiempo, terminaría amándola también. Era lindo sentirse amada, sentirse protegida por un chico. Además, se obtenía buen dinero, si se sabía aprovechar la maldición de Ranma, las fotos y la renta con sus otras prometidas...

 

 

"¡Oh, no!, otra vez pongo en primer lugar lo material, relegando mis sentimientos". Sentía que la dominaba una fuerza de voluntad ajena a ella, que le decía: "Vamos, Nabiki. no te engañes, en realidad tú no quieres a Ranma, sólo te importa el dinero". Ella lo negaba rotundamente. Su batalla interna había durado todo el día, hasta que se encontró con Ukyou, que la retó a un duelo.

Apareció Ranma y la defendió; se corría la noticia, ya aparecían las otras prometidas. Las evadió y se llevó a Nabiki de ahí, la cargó en sus brazos y escapó.

El chico enfrentó a todas, Nabiki se sentía aliviada. "Sí le intereso. A Akane nunca la defendió así de esas chicas".

—¿Estás bien, Nabiki? —preguntó Ranma deteniéndose a tomar un poco de aire y dejando a la chica en el suelo, delicadamente.

—Sí, gracias. ¿Por qué te preocupas por mí? —preguntó, tratando de que le confesará su amor.

—Tú no sabes pelear —dijo el chico y verificó que nadie estuviera cerca, para poder ir a casa. Nabiki estaba feliz, lo incitó a continuar.

—¿Ah, sí? Por ello...

—Y porque eres la hermana de Akane. No quiero saber como me va si te llega a pasar algo, porque... —Ya no lo escuchó; había oído el por qué, y no era por ella. Aún cuando estuvieran peleados y no fuera su prometida, se preocupaba por Akane. Murmuró, en voz muy baja "gracias" y se marchó a casa. Nunca podría tener una oportunidad con él. Ranma la siguió, y al ver que no había peligro, se retiró, seguro para ver que hacía su hermana.

De camino a casa oyó una voz en su mente que le decía: "Ya vez, te lo dije. ¿Ahora sí harás lo que tenemos planeado?" Ella asintió y siguió caminando. Ahora era ella a quien la consumía la ira y la frustración de un rechazo, tal como sucedió cuando su hermana le dio a Ranma como su prometido.

Si Ranma la rechazaba, por lo menos vendería caro su libertad y su regreso con su hermana. Debía sacarle el mayor provecho a la situación. Pero hasta ahí se vio frustrada, ninguno de los dos cedió. "Es tan grande su amor que se sienten seguros de poder reconciliarse solos". Estaba cansada de todo, nada le había salido bien. Lo mejor era devolverle a Akane su prometido. Y así sucedió, lo único que había logrado, es que la relación entre ellos se fortaleciera, quedándose ella nuevamente sola.


Recordó todos los embrollos en los que se metió por defender a su hermana, creyendo peligroso al chico. No se le había ocurrido que Ranma era tan ingenuo, que su venganza que le había preparado, fuera tan tonta. En fin, por lo menos había recuperado la cordura al ir a defender a su hermana de las manos de su "terrible" prometido. Al final, se había sentido feliz por haber hecho que esos dos se unieran más. Era mejor que...

—¡Oye, disculpa! —le interrumpió una voz masculina, que la hizo volver a la realidad. Se dio cuenta que tenía, nuevamente, los ojos vidriosos. Se los secó inmediatamente y vio a un chico que se encontraba parado frente a ella.

—Sí, ¿qué quieres?

—Yoo... este, pues... mira... yo quiero...

—¡Ya sé! Quieres una foto de las que vendo.

—Eesteee... sí, así es. —Y le sonrió tímidamente.

Después de una larga indecisión del chico, le compró una de las que nunca creyó poder vender, pues era una en la que Ranma estaba tomando el sol, pero no estaba bien enfocada y sólo se veía su rostro y parte del pecho. Miró al chico alejarse lentamente y entonces se dio cuenta que era guapo, quizás un poco bajito, pero con una... En fin, quizás nunca lo volvería a ver, no se veía que le interesaran mucho las fotografías.

Oyó la campana y caminó a su salón, aún no podía sacarse de la mente la sonrisa de aquel chico. A lo lejos escuchó una discusión, sin duda eran ese par de ingratos, no se cansaban de discutir.

 

 

El resto del día fue más aburrido aún, pues la clase de inglés no era una de sus favoritas. Al dar las 3:00 de la tarde, sonó la campana, así que tomó sus cosas y salió de la escuela.

Caminaba sola, como ya era costumbre, por el centro de Nerima. Ahí pasó a la nevería por un helado. Siguió su recorrido, la misma ruta que seguía todos los días. Al dar la vuelta en una esquina, vio a un chico recargado en un poste. Sintió curiosidad, se acercó y descubrió al muchacho que hace poco le había comprado la peor foto de Ranma que tenía.

—¡Hola! ¿Qué haces aquí?

—Ehhm, ¿quién es? —dijo el visiblemente sorprendido muchacho, que se puso rojo—. Yo... pues... —No dijo más y salió corriendo.

La chica no le dio importancia, pero se sintió con más ánimos de volver a casa.

 

 

En la tarde, salió de su habitación una vez que había hecho los deberes de la escuela, recorrió toda la casa; estaba en una completo silencio, eso era extraño. Caminó a la cocina y encontró a Kasumi. Seguro ella sabía donde estaban todos.

—Fueron a los baños públicos.

Salió directamente para allá. No le habían avisado, ni siquiera sabía que la tubería no servía. No llevaba prisa, así que caminó con pasividad, reflexionando. Había dejado sola a su hermana, seguro que ella también se sentía aislada, con la diferencia de que tenía con qué entretenerse en la casa, además de tener al doctor Tofuu, no era tan desdichada como ella.

Llego a los baños a los que acudían con regularidad. Entró y pagó por el servicio, caminó a los vestidores de chicas. Estaba casi vacío, todas estarían bañándose. Abrió el casillero que le habían asignado y comenzó a quitarse su blusa rayada, la dobló y volteó a ver alrededor; se había quedado sola. Se sentó en la banca y, mecánicamente, se quitó el pantalón y su ropa interior. Se colocó una toalla que le cubría todo el cuerpo y se dirigió al baño de mujeres.

Estaba atestado, pero encontró un lugar donde bañarse. Caminó hacia ahí. Se detuvo y vio a su hermana, que platicaba con una de sus amigas. Se dio la vuelta y se colocó en el otro extremo del lugar, donde no la podía ver. Se sumergió en la cálida agua de la bañera; el agua le tranquilizó, se sentía abstraída de la realidad y es cuando recordó que a Ranma no le importa otra chica que no sea Akane, y nunca haría nada que la lastime de verdad, aunque tuviera que humillarse.


Le debía una; por su culpa se le había quemado su boleto para el concierto. Se la tenía que pagar. Ya sabía que no podía convertirlo en su prometido, pero podía hacer su vida miserable y ganar unos en.

Lo tenía en sus manos, pero no le podía hacer nada, pues se arrepentiría al ver la cara de su hermanita. Por lo menos le sacaría el mayor provecho posible y disfrutaría del día. En esta ocasión sí le salió todo bien, pues había conseguido 3000 en, además de disfrutar de la compañía e ingenuidad de Ranma.

Nunca volvería a tenerlo tan cerca y a solas, pero con esa ocasión bastaba, aún cuando viviera para siempre una terrible soledad.


Una niña que jugaba cerca, con una amiga, le sacó de su ensueño. Era hora de ir a casa. Terminó de bañarse y pasó a los vestidores. No se encontró con Akane, un alivio para ella. Abrió su locker y sacó su ropa limpia, se puso su sujetador y las pantis, cuando oyó el griterío histérico de unas chicas: "Happosai al ataque". No le prestó atención, a ella ya no podía quitarle nada. Se terminó de vestir, poniéndose unos pantalones de mezclilla y una blusa negra que se abrochaba por detrás. Seguramente Akane se había hecho cargo del maestro, pues los gritos cesaron en poco tiempo.

Se paró en la salida para ver si lograba ver a su familia. Oyó que el maestro venía rezongando porque Ranma lo había detenido. También escuchó la voz de Ranma que venía discutiendo con Akane, para variar, porque a pesar de haber detenido al maestro, ella le había pegado por entrar al vestidor de mujeres (en su forma femenina, claro).

No los esperó; salió y anduvo unas calles. De pronto sintió que la seguían y se arrepintió de regresar sola. Siguió andando como si nada pasara y giró en una esquina, su perseguidor giro también, pero ya no la encontró.

—¿Dónde se metería? Sólo quiero entregarle su toalla que se le cayó.

Era el mismo chico que le había comprado la foto. Quiso acercarse, pero él ya caminaba en otra dirección, hacia su casa. Por ello, decidió irse a casa. Tal vez le devolvería la toalla mañana en la escuela.

Al llegar a casa descubrió que ya habían llegado los demás, dejó sus zapatos en la entrada y se puso sus sandalias. Caminó a la estancia, donde se encontraban todos, menos él y ella. Se sentó a mirar la televisión, mientras llegaba la hora de cenar. Su padre, que leía el periódico, la miró y se sonrieron.

Al poco rato, Kasumi llamó a todos a cenar. Fueron llegando uno a uno, menos la pareja de prometidos.

—Están estudiando para los exámenes finales, y ambos están muy atrasados.

La cena transcurrió sin contratiempos, en un silenció interrumpido solamente por mínimos comentarios acerca de la comida y de lo que harían mañana. Cuando terminó, se levantó de la mesa, pero Kasumi la detuvo y le pidió que les llevara a los chicos su cena; estaban en la habitación de Akane. De mala gana aceptó. Tomó las charolas de la cocina y subió. Antes de tocar la puerta trató de escuchar lo que pasaba dentro; únicamente oía el sonido del tamborileo de unos dedos. Tocó la puerta y escuchó el ya esperado "Douzo". Pasó y le dejó las charolas en la mesa; ellos le agradecieron y siguieron estudiando. Los miró, uno al lado del otro, y recordó que hace poco, casi logran casarse. Se hubieran sentido muy felices, aún cuando no lo admitieran.

Salió, dejándolos solos nuevamente. Se encaminó a su cuarto y se sentó en su cama. No tenía chiste seguir amando a Ranma en secreto; él ya había tomado su decisión y amaba a su hermana.

Algún día se casarían y no podría volver a impedirlo.


Se habían ido a China; tenía que rescatar a su hermanita, una vez más. Seguía preguntándose si haría lo mismo por ella, y seguía creyendo que sí, pero para evitar dañar a Akane y por el honor de sus familias, Tendou y Saotome.

Los adultos estaban escandalizados, hace tanto que se habían ido y no había tenido noticias de ellos. Ella no se preocupaba, aunque se sentía mal; una parte de ella deseaba que regresaran todos con bien, pero la parte de ella que siempre la mostraba como fría y calculadora deseaba que Ranma regresara sin Akane. "No, no es lo correcto", se decía una y mil veces, hasta que logró acallar la voz que le incitaba a pesar en eso.

A los pocos días, tuvieron noticia de ellos, regresaban todos a salvo, pero Jusenkyou había quedado destruido y ya no había forma de librarse la maldición. A los tres días llegaron todos a Japón. Akane y Ranma entraron en la casa y los recibieron con alegría, los abrazaron y festejaron.

Esa misma noche, al bajar por un vaso de leche, Nabiki escuchó a los padres de Ranma que hablaban con su padre, Soun. Su plática era de lo más aburrida, así que decidió marcharse, pero se detuvo al oír lo referente a formalizar el compromiso entre sus hijos.

Se quedó petrificada, los iba a unir para siempre, Akane se quedaría con Ranma para siempre. No estaba preparada para tal evento; debía impedir la boda. Y acababa de ocurrírsele cómo.

El día de la boda se despertó segura de sí misma. Se arregló y se reunió con los demás. Confiaba que su plan daría resultado, así que no se preocupo de más y se preparaba para disfrutar del espectáculo. Agradeció al Sr. Genma que inició el alboroto, cuando se enteró que habían mandado, desde China, agua del Nannichuan, como regalo de bodas; al enterarse todos, se pelearon por él, incluyendo al galante novio. No espero mucho cuando comenzó a andar su plan; llegaron Kunou y su loca hermana y complicaron aún más la situación. El momento cumbre fue cuando llego Ukyou y Shampoo. Su plan había frustrado la boda, además de obtener una buena ganancia. Se suspendió la boda, pero la dejarían para después y es esa ocasión no podría hacer nada, estaba segura.


Ya era tarde, y mañana tenía que levantarse para ir a la escuela. Se recostó en su cama y tarareó una canción, akaikustsu no sunday. La había escuchado hace poco y le encantaba la letra. Se levantó y continuó con su rutina para ir a la cama. Fue al baño y se cepilló los dientes, tomó un vaso de agua y regresó a su habitación. Se miró en el espejo y sonrió; tras quitarse la ropa que traía puesta, volvió a mirarse en el espejo. Al menos tenía una ventaja visible en comparación con Akane, su busto era más grande y mejor formado.

Se contempló largo rato en el espejo y, después, se puso su pijama de dormir, apagó la luz y se metió entre sus sábanas. Repasó lo que había hecho en el transcurso del día y suspiró; había tenido un buen día. Pasó la mayor parte del día sin ver juntos a Ranma y Akane, conoció a un chico guapo y tenía éstas —se palpó su busto— que eran más grandes y mejor formadas que las de su hermana. Se sentía satisfecha, por lo menos por ahora. Así que cerró los ojos y se durmió.

Nació un nuevo día. Abrió los ojos y contempló su alrededor. Era temprano aún; había descansado muy bien. Como siempre no recordaba sus sueños, pero era notorio que la pasada noche no había tenido pesadillas. Se levantó y vistió su uniforme azul.

Fue a desayunar, sólo encontró a su padre y al Sr. Genma, en la cocina estaban Kasumi y la Sra. Saotome. Preguntó por Akane y Ranma, a lo que le respondieron que aún dormían. Se habían acostado muy tarde la noche anterior, y era temprano aún; los levantarían más tarde. Se encogió de hombros y fue a la estancia. Almorzó junto con los demás, pero al poco rato oyeron las rápidas pisadas de alguien que bajaba las escaleras: Akane.

Como ya había acabado de comer, se despidió y salió camino a la escuela; quería llegar temprano a la escuela y no deseaba verlos juntos, por ahora. Pasó nuevamente por el parque, pero resistió las ganas de irse a columpiar. Sin embargo, sí se detuvo, ahí a lo lejos; el chico de la fotografía la estaba esperando. Caminó hacia él, era la tercera vez (en realidad la cuarta) que se lo encontraba. "Esto ya no es casualidad", pensó pícaramente.

—¡Hola!

—Ehh, hola. —El chico se puso nervioso.

—¿Qué haces aquí tan temprano?

—Te esperaba. —Entrebuscó en sus cosas y sacó una bolsa; se la extendió a Nabiki—. Se te cayó esto anoche.

—Gracias. —Revisó el contenido de la bolsa y sonrió, era su toalla.

—Te vi cuando saliste y note que se te cayó, así que te seguí para entregártela, pero no te alcancé.

—Gracias —repitió ella.

Se quedaron callados, mirándose a los ojos. Ahora se daba cuenta que era mayor, aunque su estatura lo hacia parecer de menor edad. Al mismo tiempo, él la miraba con curiosidad, pero había ternura en su mirada.

—Nunca te he visto en la escuela, ¿en qué año vas? —preguntó Nabiki, rompiendo un agradable silencio que se había formado.

—Ah, perdón, no me he presentado. Me llamo Murayama Tomiichi, tengo 18 años y voy en tercer grado de preparatoria.

—Yo me llamo Tendou Nabiki, tengo 17 años y voy en segundo grado de preparatoria.

Un nuevo silencio siguió a la presentación de ambos. Se miraron nuevamente y decidieron caminar juntos a la escuela. Iban uno a lado del otro, y a los dos se le veía una sonrisa placentera, como si se hubieran liberado de una carga muy pesada.

Al llegar a la escuela, se despidieron, pero quedaron de verse de nuevo al salir, para regresar juntos a casa. El día se le hizo corto a Nabiki; por primera vez le gustó estar en clase de ingles y no se aburrió. Y, lo mejor para ella, no había pensado en Ranma y Akane en todo el día, aún cuando se los encontró a la hora de la comida. Sólo esperaba el momento de la salida.

Al oír el sonido de la campana, tomó sus cosas y salió alegremente del salón. Caminó tranquilamente hasta la entrada de la escuela y vio que ahí estaba él, esperándola, tal y como habían quedado.

—¡Hola! —le saludó al verla venir.

—Hola —le contestó al acercarse—. Llegué a temer que no te fuera a encontrar.

—No pienses eso. —Le tomó la mano y le animó—. ¡Vamos!

Ella accedió y caminaron juntos. Pasearon por el centro, donde comieron un helado. Pasearon un rato por el parque. A ella le sorprendía el cambió radical del chico, pues las veces que se habían encontrado, se mostraba tímido e indeciso, pero no le importó; estaba pasando el mejor momento de su vida.

La acompaño hasta la puerta de su casa y, nuevamente, volvió a su comportamiento tímido.

—Ee-este... me dio mucho... gusto que...

—A mí también —le interrumpió ella, aguantando la risa, pues no se parecía en nada al chico que despreocupadamente le había tomado de la mano al salir de la escuela—, me divertí mucho.

Ambos sonrieron y se despidieron. El día siguiente se volverían a ver. Nabiki entró feliz a la casa, sorprendiendo a todos. Fue a hacer su tarea y, por la tarde, fue junto con los demás a los baños públicos. Ya no le molestaba el estar cerca de Akane y Ranma, cuando estaban juntos. Al cenar, ni se inmutó de la pequeña riña que se traían esos dos, por quién sabe que cosa.

Al anochecer, se fue a dormir. Cerró la puerta de su habitación y se paró nuevamente frente al espejo. Esta vez con una mirada coqueta, se quitó su ropa y siguió mirándose a sí misma. Recorrió con su mirada cada centímetro de ella que lograba reflejarse en el brillante objeto, pero se detuvo al contemplar su busto. Hacía buen juego con su escultural cuerpo, era hermoso y bien desarrollado.

Era linda y hermosa, ahora lo sabía con exactitud y se sentía locamente feliz. Finalmente se puso su pijama y saltó a la cama. Por vez primera, se durmió inmediatamente.

El día siguiente fue igual de espléndido. Cuando estaba con él, no le importaba otra cosa. Además, le divertían sus repentinos cambios, de una persona osada y arrojada a un chico tímido y reservado, pero se dio cuenta que eso sucedía cuando alguien que los conocía los podía sorprender.

Pasaron los días, y Nabiki fue olvidándose poco a poco de Ranma y de Akane. Ya no le importaba que se pelearan en frente de ella, ya no mantenía la esperanza que su riña fuera tan fuerte que se separaran y ella pudiera pescar a Ranma. Se estaba dando cuenta que ese era el disfraz que usaban para ocultar su amor. Los miraba y se sentía feliz por ellos, pues a pesar de todas las contrariedades que habían vivido seguían juntos y, al parecer, siempre lo estarían. Ahora ella se concentraba en el maravilloso de Tomi-chan.

No le importó cuando su hermana y Ranma la sorprendieron, y pícaramente ella le dijo "Hola, oneechan". Ella se sonrojó como nunca antes; se presentaron al chico que acompañaba a Nabiki y siguieron su camino. En casa, la noticia fue recibida con euforia. Sin embargo, al poco tiempo se acostumbraron y la dejaron en paz.

Pasaron las clases, el curso había terminado, Ranma y Akane habían pasado a segundo grado, Nabiki a tercero. Las vacaciones comenzaban. Era domingo, salieron del cine, tomados de la mano, como siempre. Se encaminaron a la fuente de sodas y ahí comieron un helado. Ambos se sentían felices, platicaban de todo, de sus vidas, de sus familias, de sus ambiciones. Al salir de la fuente de sodas, caminaron un poco por el bullicioso centro de Nerima. Llegaron al parque y ahí el estruendo era mayor, pues el carnaval de Julio había llegado a la ciudad. Lo recorrieron todo, entraron a un espectáculo de circo y atraparon un par de peces dorados.

Eran las doce de la noche; se disponían a regresar a casa, cuando vieron un local de tanzaku. Se miraron mutuamente y se acercaron, la fila era corta. Pidieron escribir el nombre sus nombres en uno de los tanzaku. Les dieron uno y ambos pusieron su respectivo nombre, que fueron pegados al tanzaku. Se alejaron lentamente, felices, los dos se sentían dichosos. Salieron del parque, aunque ya era tarde, aún había gente en las calles, debido al carnaval.

Se encaminaron a la casa de Nabiki, iban contemplando el precioso tanzaku, con sus nombres escritos pegados sobre él. Eso los unía más aún. No necesitaban emitir palabras, cada uno sabía lo que sentían, su relación iba por buen camino.

—Me divertí muchísimo —dijo Nabiki, lista para despedirse.

—Me alegra. —Ahora no titubeaba—. Nabiki, yo te...

—Yo también —se apresuró a interrumpirle, no estaba lista para dejar salir a flote totalmente sus sentimientos. Lo miró tiernamente y le acarició la mejilla—. Tengo que entrar.

El chico la detuvo, tomándola del brazo, y le extendió la pequeña plantita con sus nombres. Ella la tomó delicadamente entre sus manos y miró al chico.

—Oh, Tomi-chan —lo abrazó fuertemente; él la rodeó en sus brazos. Se separaron levemente y se miraron a los ojos, la luna brillaba por encima de ellos, lentamente, cerraron los ojos y se fueron acercando poco a poco, sus labios se rozaron levemente. Se separaron un poco y abrieron los ojos, sonrieron. El la abrazó nuevamente; ella apoyó su cabeza en su pecho y sintió los latidos de su corazón. Lo miró y cerró nuevamente sus ojos; él hizo lo mismo, nuevamente se acercaron poco a poco hasta que sus labios se rozaron y, tras un instante, él la atrajo y la besó apasionadamente en la boca.

Pasó un largo minuto, tras lo cual ella se separó de él. Se le veía feliz, satisfecha y tranquila, lo mismo que él. Nabiki le dijo que ahora si ya debía entrar, él la soltó, Nabiki tomó su plantita y sus peces y se dispuso a entrar, se acercó a la puerta, dejando a Tomiichi a mitad de la calle. Se detuvo, dio la vuelta y lo vio ahí parado, esperando a que ella entrara, caminó hacia él.

—¡Te amo, Tomi-chan! —le susurró al oído.

—¡Y yo te amo a ti, Nabiki! —le contestó el chico. La abrazó y la dejó ir, ella le dio un rápido beso y entró rápidamente a su casa.

—Descansa, amada mía, que mañana te tendré que dar la noticia. —El chico lanzó un beso al aire y se marchó. La noche comenzaba a refrescar, como si el frío se hubiera perdido en una noche tibia de verano.

A la mañana siguiente, Nabiki se levantó con el mismo optimismo que ya no sorprendía a nadie en la casa. Desayunó con su familia y sonrió al ver que ese par de testarudos enamorados no peleaban desde hace ya más de una semana, es más, hasta se estaban llevando bien.

Ella tenía otra cita el día de hoy. No sabía a donde irían, pero no importaba, mientras estuviera con él.

Se bañó y subió a arreglarse. Una vez en su habitación, sacó toda serie de vestidos y conjuntos, no se decidía por alguno. Se probaba uno tras otro, pero no lograba tomar una decisión. Se quitó una falda roja que hacía conjunto con una blusa negra. "No, muy elegante" pensó, y desechó la opción. Le quedaba menos de una hora y pocos vestidos. Se sentó frente al espejo y contempló su cuerpo. Entallado por unas pantis sexis y, sus pechos, cubiertos por un sujetador blanco, vio la plantita que llevaba sus nombres. La había colocado sobre su escritorio, junto a sus peces, era hermosa por naturaleza. No había sido necesario adornarla tanto para lucir bella. Así, ella tampoco lo haría; por naturaleza, su cuerpo era hermoso. No importaba que se pusiera, ella siempre iba a lucir esplendorosa.

Se paró y tomó rápidamente su decisión. Se vistió con una falda, chica, de color negro y una blusa de manga corta del mismo color, se puso una chamarra azul claro y unas botitas de mediano tacón. Se veía hermosa.

Escuchó que tocaban la puerta, abrió y vio que eran sus hermanas; les permitió pasar. Se sentaron las tres y platicaron sobre lo que estaba pasando con ellas. Las tres estaban felices, por fin, aceptaban a los hombres que amaban. Kasumi, sin tanta sorpresa, confesó que el doctor Tofuu era maravilloso y lo consideraba como más que un amigo. Por su parte, Akane, con muchas dificultades, les confesó que le gustaba estar cerca de Ranma y que no le molestaría casarse con él. Se sonrojó y sus hermanas se rieron; les pidió que guardaran su secreto, pues el chico se volvería más arrogante de lo que ya es y quizás se arrepentiría de quererlo, aunque no era muy probable. Y, finalmente, ambas estaban felices por Nabiki, pues nunca había mantenido una relación sería con alguien. Además Tomiichi era un buen chico. Pasaron un rato agradable, hasta que Nabiki se tuvo que despedir, o llegaría tarde a su cita.

Se apresuró y llegó a tiempo. El chico la esperaba en el parque. Llevaba un ramo de rosas, que le dio a Nabiki. Disfrutaron de la tarde juntos, hasta que llegó lo inevitable.

—Nabiki, todo a sido maravilloso desde que te conocí. —Ella lo miraba fijamente a los ojos—. Hemos vivido momentos inolvidables juntos. Por ello, me es muy difícil tomar está decisión. —La chica se asustó, no deseaba oír aquello, aunque ya se lo esperaba—. Tú has pasado al siguiente año de preparatoria, de igual forma yo he terminado mis estudios en la preparatoria y debo acudir a la universidad. —Hizo una pausa, todo iba demasiado rápido—. ¿Entiendes lo que quiero decir? —La chica no se movía—. Debes de comprender que debo seguir con mis estudios, para conseguir un buen empleo.

—Yo... Yo, yo lo entiendo, Tomi-chan. —Trataba de mantenerse firme, pero sus ojos la traicionaban y corrían lágrimas por sus mejillas.

—Debes ser fuerte. —Pero se contradecía a sí mismo, pues, también, corrían lágrimas por sus mejillas.

—¿Cuándo te irás? —preguntó Nabiki, lo más inteligible que pudo.

—Hoy en la noche, a las 23:00 horas, salgo hacia Tokio.

—No está muy lejos.

—Sí, tienes razón, pero quizás me bequen para ir a Europa.

—¿Europa?

—Así es. Pero quiero que nunca olvides lo que vivimos. Pase lo que pase, siempre te recordaré.

La chica ya no respondió, ya no eran necesarias las palabras. Simplemente, se abrazaron y así permanecieron por un largo rato. El sacó un lindo broche y se lo puso en la mano.

—Recuerda que hay alguien que te ama.

La beso y le paso la mano por su lacio cabello.

—Me tengo que ir. —El chico se levantó y comenzó a caminar. Volteó y aún la vio parada en la puerta de su casa. Le lanzó un beso y desapareció.

Ella miró el broche y pensaba, "No es justo, otra vez a la soledad, no es justo. ¿Por qué a mí?". Estuvo a punto de tirar el prendedor, pero algo la detuvo, miró el interior, una dulce melodía comenzó a sonar y, dentro, traía pegada una pequeñísima foto de ellos dos. La contempló un rato y se secó las lágrimas. Si realmente se amaban, tenían que pasar por esta dura prueba, era como las pruebas que habían pasado Akane y Ranma, su amor sólo se había fortalecido.

Está sería pues una prueba y ella haría todo lo posible para superarla, ya lo comprobarían.

Guardó el broche en su bolsa, junto a su corazón y miró al cielo, la luna brilla en lo alto. Juntó toda su fuerza de voluntad y dijo:

—Sí, amor. Me esforzaré mucho. Seguiré el ejemplo de mis hermanas, nunca claudicaré y pronto te seguiré. Y ya nada podrá separarnos.

 

Fin


Glosario:

En: Del japonés, yen.

Douzo: Su significado varía. Aquí quiere decir: "Pase, adelante".

Akaikustsu no sunday: Canción de DoCo.

Tanzaku: Tallos con hojas de bambú que aparecen en la parte 11 del manga 31. Es para unir a las parejas.

Notas del Autor:

Quizás exageré en poner a Ranma como el amor platónico de Nabiki, pero el objetivo principal de la historia es el de mostrar la soledad en que vive el personaje de Nabiki. No recuerdo, sinceramente, que se le halla asignado una pareja a ella. Se puede pensar en Kunou, pero no creo que hagan una buena pareja, a excepción del dinero. A Nabiki no le interesa en lo más mínimo Kunou, pues es un pelmazo (digo, la verdad no peca pero incomoda). Por ello, me la imaginé como una persona solitaria y triste, pero con un corazón puro, en el fondo.

A muchos no les gustará el final, pero cae dentro de lo real, ya que dejo el final un poco abierto, como para una continuación.

 

 
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Ultima actualización:  16/12/01