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¿Una Maldición?

un fanfic de Ranma ½
por Akai

Ranma ½ y personajes mencionados en este texto son Copyright © Rumiko Takahashi


Capítulo 2: Acaba con Todos


Posándose en un tejado, la misteriosa sombra observaba como los herederos se alejaban corriendo.

—Son las últimas dos dinastías, a excepción del maestro, pero él hace mucho que desapareció—. La sombra se regocijaba ante tal descubrimiento—. ¡Al fin, padre —susurró, levantándola vista al cielo—, tú hijo lo será el único y el mejor!


—¿Cómo que desaparecieron? —preguntó Akane, totalmente desconcertada.

—Sí, ya sabes como son, cuando hay dificultades, se van, pero esta vez desaparecieron junto con el maestro.

—¿Tal vez el viejo se los llevó a entrenar? Tenemos que estar listos para combatir.

—Puede que tengas razón, Akane. —Llevaban rato sin pelear, es más, comenzaban a ser atentos el uno con el otro, sobre todo Ranma, que consideraba que era su responsabilidad cuidar el Doujou, pero sobre todo a Akane.

—No sé, pero será mejor que entrenemos juntos si queremos derrotarlo.

Ranma ya no comentó nada, habían llegado al Doujou. Dentro, los esperaban Kasumi, Nabiki, Shampoo, Mousse, Cologne y Ryouga. Sin embargo, no se dieron cuenta que la misma sombra, por la que se mantenían entrenando, llegaba junto con ellos y se escabullía dentro de la casa. Si el maestro estaba ahí, esperaría a que llegara y si no, por lo menos, esta vez sí acabaría con todos los jóvenes herederos, y nadie se le interpondría.


HokkaidouEl frío, en los bosques de Hokkaidou, estaba acabando con la salud del viejo. Llevaba años con malestares; siempre se las había arreglado para mantenerse vivo, pero en esta ocasión ya no contaba con conseguirlo. Pero estaba feliz; su nuevo hijo había aprendido bien todo lo que le enseñó, ahora era tan fuerte como él en sus años de juventud, cuando ocurrió esa desgracia que lo dejo marcado de por vida, su honor propio no le permitía semejantes atrocidades.

Llamó a su hijo, que se encontraba cerca, entrenando y mejorando sus técnicas de combate, al pelear con un alce gigante. El joven se acercó, al pie del lugar donde se encontraba recostado su padre.

—Es hora de que te de algo, hijo.

Observó que abría un pequeño baúl, de donde saco un sucio y viejo pergamino enrollado. El viejo se dirigió a su hijo.

—Hijo, mí hijo —decía en una voz interrumpida constantemente por ataques de tos—, te he enseñado todas las técnicas necesarias para que puedas efectuar nuestra venganza. —Otra interrupción, más grave que la anterior—. Ten paciencia, busca uno por uno... —Un suspiro alargado y un profundo silencio, después—: Todos ellos son... He aquí las dinastías. —Le tendió el rollo, una serie de apellidos se enlistaban—. Deberás acabar con todos ellos, pero recuerda que hay tres a los que les debemos nuestra viva errante. Ten cuidado con ellos, se dice que nadie los podía derrotar.

El muchacho recibió respetuosamente el rollo, como si fuera el valor más preciado de su familia, que ahora le estaban heredando. Lo desenrolló y vio más de 100 dinastías, pero encerrados en un pequeño círculo, estaban los kanji que representaban a sus oponentes más poderosos.

—Padre, ¿no me acompañarás? Quizás necesite de tu ayuda —exclamó el muchacho, para incitar a su padre a seguir peleando.

—No, hijo, está vez yo me quedaré aquí. —Una ligera tos interrumpió al viejo. Tomó una manta y se cubrió el cuerpo con ella. La ventisca comenzaba a arreciar—. Hemos recorrido todo el Japón, aprendiendo y mejorando las técnicas de combate —prosiguió, pero su voz se hacía cada vez más tenue—, desde Okinawa hasta aquí, Hokkaidou. Es el fin del recorrido, para mí. Ahora, tú tienes un nuevo camino, pero lo tendrás que seguir sólo...

El joven quiso interrumpir a su padre, pero le fue imposible, hasta que el viejo suspiró profundamente y miró a su hijo por última vez.

—Hijo, te quiero... —Y murió.

¡Papaaaaaá! —gritó. Se arrodilló juntó a su padre y comenzó a llorar. Dentro de él, había un sentimiento grande de tristeza, que no podía exteriorizar con facilidad.

Tomó en sus brazos a su padre y lo llevó a lo alto de un peñasco, dónde hizo una hoguera y cremó sus restos; esparció las cenizas a lo largo del valle, dejando sólo una cruz grabada con el kanji "chichi" y su apellido. Al final del día, ya estaba listo para comenzar su búsqueda, se postergó al pie de la cruz para despedirse de su padre.

—Me voy, padre. Seguiré las instrucciones que me diste. Venceré a todos los que osaron relegarlos a ti y a mamá a una vida errante, dejándome sin futuro. —Guardó silencio, como si estuviera recordando algo importante—. Te prometo buscar al maestro y sus discípulos, y derrotarlos. —Se dio media vuelta y se fue, dejando atrás su vida pasada, todos sus recuerdos y sentimientos. Era hora de la venganza.

—Sayounara, chichi.


RyougaAl salir Ranma, Akane no se movió hasta que se hubo perdido de vista, cuídate, querido, pensó. Espero un momento más y regresó a donde estaban los demás; tendría que explicar.

—Akane, ¿por qué tardaste tanto? ¿Y dónde está Ranma? —preguntó maliciosamente Nabiki, mientras Akane tomaba su lugar, donde su cena la esperaba junto a la de Ranma. Volteó a mirar el lugar vacío.

Lo extraño era que nadie se había comido la comida de ellos.

—Essteee..., no sé, no lo encontré por ningún lado. —Dudó antes de seguir; sólo recordaba la tierna mirada de Ranma. Se sonrojó.

—¡Aja! —gritó Nabiki, sorprendiéndola.

—¡Qué quieren, no me molesten! —gritó sobresaltada. Akane se levanto y se dirigía al patio donde se encuentra el estanque, pero se detuvo; recordaba lo que le había dicho Ranma, tenía que contarles todo.

—Papá, Sr. Genma, maestro, ¿en verdad no sienten ninguna presencia maligna? —Los tres dijeron al mismo tiempo que no, en un tono de preocupación, pero en realidad Akane no los estaba escuchando, sólo intuyo su respuesta y continuó—, Ranma y yo no hemos dejado de sentirla: es muy poderosa y extraña. No sabemos que es, pero Ranma acaba de salir a buscarla... —Se interrumpió. Nadie la había visto antes así; era increíble que aquella fuerte señorita de carácter feroz y tenaz no pudiera controlarse, pereciendo que se caía a pedazos. Eso hacía que hasta el mismo maestro y Nabiki permanecieran callados y no la fastidiaran.

—Hija, sabes que Ranma es muy fuerte y astuto. El puede derrotar a cualquiera —dijo Soun; se levantó y se acercó a su hija.

—Tienes razón, sin embargo es una presencia muy fuer.... —No pudo decir más, se desmayo y cayó en los brazos de su padre.

—¡Oh, no! Kasumi, hija.

—¡Akane! —gritaron todos. Kasumi se acerco y la recostó. Tenía fiebre.

—Rápido, Nabiki, trae una palangana de agua y unos lienzos. —Mientras Nabiki salía apurada, Kasumi le dijo a su padre:

—Tenemos que llevarla a su cuarto. —Soun y Genma dejaron de llorar y se apresuraron. El maestro se quedó sólo.

No puedes ser tú. Sin embargo ellos tienen razón, ahora ya lo siento realmente, pensó, mientras salía en busca de los demás.

Afuera, la noche se hacía más fría y por primera vez la Luna fue cubierta por una nube opaca y tenebrosa. Por un momento la lluvia arreció, caía con tal estrépito que parecía que los cielos se derrumbarían, un relámpago cruzó el cielo y fue a caer al Norte de la ciudad, cerca de las colinas y el trueno retumbó fuertemente casi enseguida. Inmediatamente la lluvia se convirtió en tormenta, para detenerse después de azotar a la ciudad y sus alrededores por un buen rato. Calmándose los cielos poco a poco, la lluvia cesó, desaparecieron las nubes, dejando únicamente a la nívea Luna para que iluminara la obscura noche.

Dentro de la casa nadie se inmuto por eso, excepto el maestro. Los demás estaban demasiado preocupados por Akane.

—Akane—chan, tienes razón en preocuparte por Ranma. Si es quien yo creo que es, acaba de llegar. Y será mejor que Ranma no se lo encuentre aún, porque sería el fin de la dinastía Saotome.


La misma lluvia hacía que el negocio no marchara muy bien, sólo habían tenido cinco clientes en todo el día. Y los pedidos estaban suspendidos. No se podía salir con tremendo aguacero. Los dos muchachos trabajaban en la cocina, mientras la anciana se encontraba sentada en el mostrador, con su bastón a un lado. Observaba a los dos, mientras pesaba la forma de convencer al "prometido" de inclinar su decisión a favor de su bisnieta.

—Abuelita, ¿ya descubriste una forma de atraparlo? —expresó de repente la jovencita.

—No, aún sigo planeando una nueva estrategia —dijó la anciana, un tanto sorprendida por la intervención de la chica—. No te preocupes, vas a ver que dentro de poco, él se olvidará de su prometida.

—¡Que bueno! —exclamó con euforia la muchachita.

Desde la cocina, el muchacho que lavaba los trastes, oía la conversación y no podía evitar sentir desprecio por aquél, que le robaba el amor de su vida.

—Te derrotaré y demostraré ser digno de su amor... —murmuraba, cuando fue interrumpido por la anciana.

—¡Mousse! ¡Apúrate! O tendrás que dormir nuevamente en la.... —No terminó la frase—. ¿Qué es eso? —musitó, mientras se concentraba en poder distinguir las sensaciones que percibía—. ¡Oh, no! No sé que estas planeando Happy, pero parece peligroso. —Se dirigió rápidamente a los dos muchachos que se le quedaron viendo, sin saber que le había exaltado, así, tan de repente.

—¡Shampoo! Ve y sube a refugiarte en tú habitación.

—Pe..pero, abuelita.

—No discutas hija, sólo obedece. —La chica hizo lo indicado; nunca la había visto antes así. Ahora la abuela se dirigió al chico, que estaba paralizado del estupor—: Mousse, tú deberás ir a cerrar todo muy bien y escoltar el segundo piso. Nadie debe pasar, ¿entendido? —El joven chino sólo asintió con la cabeza; no sabía que tramaba la abuela.

Tras hacer lo que le ordenaron, el muchacho se quedó custodiando el segundo piso, mientras la anciana, postrada sobre su bastón, se mantenía con la vistas fija en la puerta y se podía notar visiblemente concentrada.

—Estoy lista. No sé si eres Happy, pero no importa. —Se veía notablemente preocupada—. Si vienes con malas intenciones, te las verás conmigo. No dejaré que le hagas daño a mis chicos.


Allá, donde el relámpago cayó, una sombra comenzó a surgir de entre los árboles quemados. Vestía extrañas ropas chinas y tenía en la mano un pequeño rollo de cuero, al cual le habían desgarrado varios pedazos.

—Al fin llegué. Esos magos chinos si saben lo que hacen, no hay mejor manera de viajar. —Quemándose, junto con unas ramas de un árbol caído, estaba un ingenioso artefacto parecido a una cometa.

El extraño observó el rollo que traía, sólo le quedaban 4 apellidos. Vino a Japón porque sabía que ahí encontraría a 2 de esas dinastías, y a la novia, dejando pendiente a la del maestro y la de aquél al que iban siguiendo cuando él era... otro, seleccionó uno.

HIBIKI.

—Hoy será el fin de tu dinastía. Eres el único heredero —dijo, mientras guardaba el rollo y se preparaba para iniciar su búsqueda.


La lluvia estando fuera era más fuerte de lo que parecía. Aún cuando Ranma conocía el camino a las colinas, se perdió varias veces.

—Ya me parezco a Ryouga, je —bromeó.

Siguió su camino hacia las montañas, pensaba en lo que encontraría ahí. No lo sabía, pero de algo si estaba seguro: allá arriba, iba a encontrar a alguien con quien pelear, alguien que rivalizaba con el poder que le mostró Happosai la primera vez que se enfrentaron. Sería igual que con el maestro, pensó, aunque no precisamente por ser igual de pervertido.

Ya llevaba mucho tiempo afuera y parecía que nunca llegaría a su destino. Al salir de la urbe, ya no se encontraban casas por las cuales ir saltando, por lo que decidió caminar lentamente, evitando una posible emboscada, aunque eso ni él lo creía. Así, decidió detenerse a que la lluvia cesara. Anduvo unos pasos más y encontró una pequeña cueva donde poder protegerse mejor de la lluvia; el frío ya le comenzaba a calar los huesos. Y, de repente, la lluvia incrementó su fuerza.

Entró, se quitó su impermeable y encendió una pequeña fogata. Se sentó.

—Ahora, a esperar. Parece ser que entre más me acerco menos puedo sentir lo que pasa. A lo mejor no fue buena idea venir. —Y se durmió; gracias al fuego, la cueva estaba caliente. Afuera, comenzó la tormenta.

Se despertó de golpe, ¡un grito!. No sabe si en su mente o allá a lo lejos. Se paró y divagó, tardando un momento en volver totalmente en sí. No sabía cuanto tiempo estuvo dormido, pero sabía que no había sido mucho, pues las ramas que había encontrado dentro de la cueva no se habían consumido del todo.

Pero lo extraño era que afuera ya no llovía, es más, se respiraba un aire de tranquilidad. Parecía que no pasara nada, ya no sentía el aura poderosa, acaso todo fue un sueño, todo parecía normal, quizás se imaginó todo... Pero el grito, él recordaba eso. No pudo ser otra jugarreta de su mente, ¿o sí?

Se sentó en el umbral de la cueva, tratando de poner en orden sus pensamientos, si todo había sido un engaño, qué hacía él ahí y por qué Akane no le dijo la verdad.

Sin saber que estaba perdiendo tiempo valioso. Más arriba, dentro del bosque, alguien necesitaba de su ayuda. Pero Ranma seguía conjeturando. De pronto se dio cuenta que si hubo un grito, tuvo que pertenecer a alguien y, estaba seguro, ese alguien es...

—Ryouga, tú estas... —murmuró, y salió corriendo de la cueva para adentrarse en el bosque en busca de su amigo. Ya era tarde.

—¡Ryouga!


—Que bueno que encontré esta cabaña de vigilancia. Con esa lluvia no podría haber dormido al aire libre —dijo Ryouga, mientras esperaba a que se calentara el agua para su sopa. Vio que en su mochila sólo quedaban dos vasos más; tenía que llegar pronto a Nerima, aunque no sabía que tan lejos estaba. Calculó que en unos dos días llegaría y podría ver a su amada Akane. Le hacía feliz la cara que ponía cada vez que le llevaba obsequios, ahora no sería la excepción.

—Esta lluvia no parece aminorar. —Lentamente sorbía su sopa—. Es más, parece que arrecia... —El fuerte trueno, que cayó a poca distancia, lo sobresaltó. Minutos después, todo era silencio, parecía que ni llovía; la serenidad era total que dejó perplejo al Ryouga. Mecánicamente, le puso el agua caliente a su vaso, pero por distracción, tomo el asa de la tetera a mano limpia, quemándosela y haciendo que se le despejara la mente.

—Aaarrggghh, ¡está caliente! —gritó, mientras arrojaba la tetera y se levantaba a buscar un poco de agua fría, para calmar el ardor de su mano, ahora totalmente colorada.

Una vez que hubo aliviado su dolor, sintió que le observaban, y estaba en lo correcto. Afuera, con el rabillo del ojo pudo observar a un muchacho con una larga túnica. China sin duda, pensó Ryouga.

Se paró y se dirigió a la ventana; ahora lo podía ver con más detalle. Era alto y, sin duda, fornido, aún cuando la negra túnica que traía puesta ocultaba los miembros de su cuerpo. Al ver su rostro, notó que sus rasgos eran notablemente japoneses, aunque con la piel un poco quemada, seguramente por largos entrenamientos en hina. Y su corto cabello estaba ceñido por una cinta, similar a la forma como él acostumbraba llevarlo; sus ojos no se apartaban de él.

De repente, un destello de luz, cegadoramente blanca, hizo volar casi la mitad de la cabaña. Ryouga se cubrió con ambos brazos el rostro. Estaba sorprendido: ni siquiera había visto venir la poderosa ráfaga de energía. Al despejarse el humo y polvo que se levantaron a causa de la explosión, el extraño avanzó unos pasos.

—¿Eres tú, Hibiki? —preguntó mordazmente el muchacho de la túnica negra, que se parecía a la de Mousse.

—¡Sí! ¿Qué quieres? —contestó Ryouga, poniéndose en posición de ataque. No lo volverían a sorprender.

—¡Sí!, eres tú. —Su voz era grave y profunda, parecido a un tenebroso susurro—. ¡Te reto a un duelo!

—¿Qué? ¿Por qué he de aceptar un reto de un desconocido?

—Porque nunca morirías sin pelear. —Se dio la vuelta y comenzó a subir cuesta arriba, adentrándose en el bosque—. Te estaré esperado, Kisama.

No podía ser; nadie se acercaba así de fácil sin que él lo detectara, y menos le atacaba. No estaba seguro de qué era lo que ese tonto quería probar, pero ahí afuera estaba alguien que esperaba por él, y no lo haría esperar. Tomó su pesada sombrilla y se lo colocó en su espalda. Si el extraño tenía la intención de sorprenderlo, esta vez estaría prevenido. Se dio cuenta que acababa de terminar de llover. Peor para él, pensó Ryouga.

Corría sobre la húmeda hierba. Nadie, sin excepción, le había humillado tanto, nadie le insultaba así, ni Ranma, aunque él era su amigo. Además, ¿como sabía su nombre?

A lo lejos se veía la silueta del chico de la túnica negra; iba saltando de rama en rama, muy al estilo de Ranma. Ryouga no pudo evitar pensar el pensar en una nueva mala pasada por parte del sinvergüenza de Ranma, pero no podía ser.

—Este sujeto es más alto —meditó Ryouga, al observar al chico—, y sus movimientos se parecen, pero no son los de Ranma.

Después de unos minutos, Ryouga llegó al lugar donde el chico de negro lo estaba esperando. Se encontraba de pie en una rama baja de un árbol, viendo hacia el camino que acaban de recorrer. Al parecer, no lo había inmutado el hecho de que Ryouga ya hubiera llegado. Sólo se mantenía erguido, como si estuviera rezando.

—¡Oye, tú! ¡¿Te vas a quedar parado ahí para siempre?! —El otro chico sólo bajó del árbol, pero no se dirigió a Ryouga, sino a otra persona.

—Kyou kara Hibikike wa mou ikinatteiru. —Pasaron unos instantes, y como si le hubieran aceptado, dijo—: Kekko desu.

—Así que mi familia va a desaparecer, ¿eh?

—Hibiki, prepárate a morir.

El chico se abalanzó sobre Ryouga, que nuevamente había sido sorprendido. Sus puños iban directos a la cara de Ryouga. Golpeándolo de frente, lo lanzó y se estrelló con una roca. Rápidamente, el chico de negro se dirigió a la roca y abatió al otro con una serie de golpes en el cuerpo, que lo hundieron cada vez más en la dura roca, hasta que, por presión, ésta se hizo trizas.

Ryouga cayó al suelo.

—Mmjajaja, ¿crees que con eso puedes derrotarme? —dijo Ryouga, incorporándose y listo para atacar.

El otro muchacho esperó. Ryouga se acercó y le lanzó una patada al cuerpo, pero fue esquivada al tirarse al suelo y dar una barredora. Ryouga saltó y desde lo alto lanzó su sombrilla. El otro corrió en círculo, seguido por la sombrilla, hasta que se detuvo y estiro el brazo, tomando la sombrilla del mango y regresándola a su dueño, que con un experto movimiento la tomó y la cerró, colocándola en su espalda.

—¡Bien!, veo que no eres un combatiente cualquiera —dijo Ryouga, cayendo, pero con la pierna totalmente estirada, en dirección al otro chico. El cual lo recibió directamente, poniendo su antebrazo izquierdo como defensa, reteniendo el golpe, e impulsando con su puño derecho un golpe a la pierna de Ryouga; pero él, sólo tuvo que dar un par de volteretas hacia atrás y lanzarse en un nuevo ataque. De igual forma, el otro chico, se lanzó al mismo tiempo hacia el chico de la sombrilla. Al encontrarse, uno tiró golpes a la cara del otro, siendo bloqueados por rápidos movimientos, a la vez que iban moviéndose, subiendo a las ramas, bajando.

Siempre con la misma serie de golpes, bloqueados y devolviendo una serie igual, también bloqueados, intercalados con patadas barredoras, que hacían que el contrincante saltara y subiera a los árboles. El muchacho desconocido lanzó un par de veces puntas filosas, pero Ryouga sólo tuvo que utilizar, con gran destreza, su sombrilla y detener su trayectoria. Después de un exitoso ataque de Ryouga, en el que conectó tres golpes certeramente, y una patada al cuerpo que arrojó a su contrincante a un árbol viejo, que se destrozó por el impacto.

—¡Bien! ¡Muy bien! —Se limitó a decir el caído, y agregó—: Ya veo que eres un fiel heredero de la dinastía Hibiki. Pero ahora se termina el combate. Debo decir que ha sido un buen combate, el mejor desde hace mucho. Lastima que debas perder.

—¡Tienes razón! Se terminará, pero con tu derrota —se apresuró a responder Ryouga.

El chico de negro sonrió, tomó aire y comenzó a saltar de un lado a otro, impulsándose en los árboles. Rodeaba cada vez más a Ryouga, que se encontraba en el centro de un círculo que se iba cerrando más y más. Por la velocidad, se creaba la ilusión de una barrera negra, que no permitía la entrada de la escasa luz solar.

Ryouga observaba, tratando de encontrar algún punto débil; con una serenidad lanzó la sombrilla hacia atrás, la cual le pasó al otro chico cerca de sus pies.

—¡Fallaste, Hibiki! —se regocijaba, el chico desconocido—. Ahora es mi turno de atacar. —Dio una última vuelta alrededor de Ryouga y se lanzó a toda velocidad con la pierna totalmente rígida, para golpearlo justo en la cara. Ryouga sólo dio un paso atrás y estiró el brazo.

—¿Queeé? No puede ser. —Su pie era detenido por la sombrilla que momentos antes Ryouga había lanzado. Pero eso no era todo: se tocó el hombro y se dio cuenta que también lo había golpeado. Dio unas volteretas hacia atrás y se detuvo cerca de una gran roca.

—Crees que me vas a derrotar así de fácil. —Ryouga cerró su puño derecho, levantando su dedo índice—. ¡El truco de la explosión!

—¡¿Nanniiii?!

El golpe de Ryouga dio directamente en el piso donde se encontraba parado su contrincante, haciéndolo caer en un hoyo, causado por la explosión. Al otro chico, las rocas, que lo sepultaron, y la caída le dejaron varios moretones, pero ninguna herida grave. Se zarandeó un poco la cabeza y se levantó, saltando al nivel del suelo.

—Vaya, vaya. Veo que si eres un digno heredero de tu familia en el Musabetsu Kakutou Ryuu, no como otros que he enfrentado.

—¿Cómo? Mi estilo... ¿Otros? —preguntó anonadado Ryouga.

—¡Aah!, es que no te he explicado quién soy. Una descortesía de mi parte. Pero después de que te derrote habrá tiempo para conversar. —Se puso en posición de ataque y agregó—: Si sobrevives.

Bueno, tengo que saber que trama este tipo, pensaba Ryouga, pues si sigue a los herederos del Musabetsu Kakutou Ryuu, mi amada Akane y el tonto de Ranma se verán involucrados. Eso si me derrota, jeje.

Ryouga preparó nuevamente su dedo índice.

—¡El truco de la explosión! —Y se lanzó al ataque.

El muchacho de ropas chicas lo miró y gritó—:

¡Ataque de pavo real!

El ataque de Ryouga se vio anulado por la técnica de otro muchacho, pues por cada intento que hacía de tocarlo con su dedo, aparecía algo como una pluma de pavo real que detenía su golpe. Para contrarrestarlo, aumentó la velocidad. Cada vez se acercaba más y aparecían menos plumas. Ya está, pensó. Pero descuidó su defensa y salió disparado, estrellándose con un árbol, a causa de un fuerte golpe, como si un pavo gigante le hubiera dado un picotazo.

Tras tres intentos de hacer lo mismo, con idéntico resultado, Ryouga fue acumulando tristeza.

—No me puede derrotar, Ranma no dejaría de burlarse de mí. —Se paró e imaginó la cara burlona de su amigo—. ¡NOOOOOOOOOOOO!

Al ver la derrota en la cara de su adversario, el extraño se acercó rápidamente para darle el golpe final.

—¡Ataque del pum...! —Se levantó una enorme columna de energía, que cayó después sobre el desprevenido chico, dejándolo semiconsciente.

Al verlo en el suelo, la pena de Ryouga se fue calmando.

—¡Lo derroté, lo derroté! Ranma no se burlará de mí.

—¿Qué fue eso? —dijo el otro chico, levantándose lentamente.

—Mmmnjaja. Veo que aún no te das por vencido. ¿Quieres probar nuevamente mi técnica? —Ryouga se concentró—. ¡Rugido de León!

Una esfera de energía, verde y grande, salió de las palmas del chico. Golpeando el cuerpo maltratado del otro chico, cuyo grito fue apagado por la explosión consiguiente.

—Terminado —dijo Ryouga, que se disponía a seguir su camino: ya se había retrasado bastante.

—¡Espera! —se oyó una voz desde las nubes de polvo—. Es una buena técnica, pero no lo suficiente para derrotarme. —Titubeó un momento, seguramente para despejarse un poco por los golpes—. Haz sido un buen oponente; desgraciadamente está batalla no debe durar más.

—¿Y qué piensas hacer? —Pero el chico ya no lo escuchó, pues había juntado las manos y parecía rezar algo.

—¡Ataque de tentáculos de pulpo! —De las manos del chico, al separarlas un poco, salieron, una por vez, ocho esferas grises, que se abalanzaron sobre Ryouga.

—¡Rugido de león! —gritó el muchacho y nuevamente se fue formando una esfera verde, pero ahora más grande, que crecía a cada instante más y más. Las pequeñas esferas grises ya eran insignificantemente pequeñas en comparación de la gran esfera verde.

—¡Ya ves! —gritó Ryouga—. Tu poder no se compara con el mío.

—Eso es lo que tú crees, baka —murmuró el otro chico.

Las pequeñas esferas comenzaron a desenrollarse en forma de tentáculos y abrazaron a la esfera verde. La fueron rodeando, hasta que la atraparon perfectamente; la esfera verde seguía creciendo. Es cuando las tiras en forma de tentáculo comenzaron a ensancharse y a comprimir la otra esfera, primero lentamente, después más y más, como si le estuvieran absorbiendo su poder, hasta quedar una pequeña esfera gris del tamaño de la cabeza de Ryouga, la cual lo goleó directamente en el cuerpo, causando una gran explosión al destruirse.

Al despejarse la nube de polvo, se encontraba el chico de negro parado, tratando de encontrar el cuerpo de su contrincante. Al no hallarlo, dijo, como dirigiéndose al alma de su enemigo.

—¡Eres un tonto! ¡Jajaja!. Al aumentar cada vez más el poder tu Rugido, mi esfera obtuvo más fuerza. ¡Jajaja! ¡Qué ironía, vencido por su propia fuerza! ¡Jajaja!

Al recuperar la cordura, el chico sacó su viejo pergamino y le arrancó la columna que tenía el apellido "HIBIKI" y, con una rama delgada, la clavó en un árbol.

—Uno menos. Sólo quedan la novia y Tendou, después buscaré al maestro y a Saotome. —Comenzó a andar, pero no se dio cuenta de que cerca del árbol donde clavó el pedazo de rollo, estaba un cerdito negro, agotado y semiconsciente. Se alejó, en busca de su nueva víctima.

¡Noo, Akane!, eran los pensamientos del cerdito, antes de perder completamente el conocimiento.


Ranma sólo logró ver, desde lejos, primero la gran columna de energía que se elevaba más adelante.

—Sin duda ese fue el Rugido de León de Ryouga; debo apresurarme.

Después de unos instantes, se sorprendió aún más al ver de nuevo el Rugido de león, pero quedó más sorprendido al ver que la explosión no correspondía a la del Rugido.

—¡Oh, no! ¡RYOUGA! —Y apresuró su paso.

Unos instantes después llegó a una zona donde todo era destrucción, buscó rápidamente indicios de alguna batalla que se estuviera llevando a cabo y, al no encontrarla, buscó a su amigo. Caminó a lo largo de un tramo de total destrucción y se detuvo enfrente de un árbol, donde encontró pegado un pedazo viejo de piel, que contenía el apellido de su amigo.

—Ryouga, tú no... —susurró con tristeza—. ¿Quién te pudo derrotar? ¡¿Quién?!

Desprendió el trozo viejo de piel y se disponía a regresar a casa, cuando vio al pequeño cerdito negro, maltrecho y tirado, al pie de un árbol.

—¿P—chan? —Corrió a verificar—. ¡P—chan! —Revisó si estaba vivo.

Al averiguar que aún respiraba, lo tomó y lo envolvió en con su camisola.

—No te preocupes, Ryouga. Te llevaré a casa y te recuperarás. Y me dirás quién hizo esto, nos la va a pagar. —El camino era largo, pero no importaba, ni el frió ni la nueva amenaza de lluvia. Pues un amigo estaba en graves dificultades.


Cologne

El chico se dirigía a Nerima; tenía que elegir entre Tendou o la novia. Sería más fácil acabar primero con Tendou, pero siempre cabría la posibilidad de que Saotome lo visitará y, así, matar dos pájaros de un tiro. Y la novia no tenía a nadie más, a no ser que su nieta de la aldea Nyuuchezuu estuviera con ella.

—Pues más vale que no se encuentre ahí ella, o alguien más, o sufrirán las consecuencias.


Mousse estaba feliz, le habían pedido la custodia de su amada Shampoo; eso valía tanto para él como si ya fuera su prometida, pues según las leyes de la aldea, si él lograba salvarle la vida, aunque ella ya tuviera un posible novio, él podría ser candidato a su mano.

Era lo que había estado esperando toda su vida, era su oportunidad. Además, le demostraría ser digno. Pero algo le preocupaba, pues la anciana nunca permitiría eso, a menos que fuera algo realmente grave y, en realidad, estuviera en juego la vida de todos. No podía dejar de estar inquieto.

—¡Tengo que ser valiente! ¡Tengo que ser valiente! —murmuraba constantemente, para darse ánimo—. Mamá espera el momento de mi regreso, convertido en todo un hombre y con la bella Shampoo de mi brazo.

El tiempo corría. La abuela no se había movido ni un centímetro, mantenía la postura de quién espera a que algo suceda de un momento a otro. Se mantenía el silencio, casi total, dentro del local de tallarines chinos. Ese silencio es el que mantenía en vela a la joven muchacha que había sido obligada a encerrarse en la habitación de ella y su abuela. No tenía ni idea de lo que estaba pasando fuera del cuarto, sólo oía, levemente, el constante vaivén de, seguramente, Mousse.

—¿Por qué habrá hecho eso la abuelita? —se preguntaba a cada instante Shampoo—. ¿Qué es tan importante como para tomar medidas tan extrañas?

La desesperada muchacha no sabía que sus preguntas iban a ser contestadas más rápido de lo que se imaginaba. Y, que si salían con vida de ésta, le estaría eternamente agradecida a la anciana.

Eran las 3:38 horas, cuando la anciana comenzó a ponerse inquieta, pues ahora ya sabía que él sí venía en su búsqueda, aunque aún no descifraba el por qué, ni quién era. El momento del encuentro se acercaba cada vez más. Por primera vez la anciana dio unos pequeños saltos para atrás. Quiso hacerle una señal al muchacho que vigilaba el piso superior, pero el cansado chico se había quedado adormilado, con una sonrisa en su rostro. La anciana le lanzó una pequeña cuchara que despertó de su ensueño al chico, e inmediatamente le ordenó:

—Pase lo que pase, no vayas a dejar que le pase algo malo a Shampoo. Protégela con tu vida. —La abuela suspiró—. Te la encargo.

El chico asintió con la cabeza. Ahora sí estaba realmente feliz, le acababan de dejar bajo su protección a Shampoo, eso significaba que estaba a punto de suplantar a Ranma, como primer candidato a casarse con la joven china.

La abuela, resignada por lo que había hecho, pero era el resultado de la falta de entrenamiento de Shampoo, mantuvo la mirada en la puerta. Vio una sombra pasar enfrente de una ventana: él ya estaba aquí.

La puerta corrediza cayó al suelo, dejando entre ver la silueta de un chico alto, que se acercaba paso a paso.

—¡Hola, novia! Te he estado buscando desde hace mucho. —El chico sonrió sarcásticamente y vio a Mousse, que se asomaba desde las escaleras—. Aah, veo que tienes un aprendiz. Pues también debe ser eliminado.

—No sé quién eres, ni por qué quieres derrotarme, pero no podrás tocarle un sólo cabello al chico, sin antes acabar conmigo. —La abuela estaba tranquila al saber que el extraño no tenía conocimiento de la existencia de Shampoo.

—¡Tienes razón!, no me he presentado. Me he equivocado en ello ya dos veces en muy poco tiempo. Pero eso lo sabrás momentos antes de morir, no quiero que mueras sin saber quién venció a toda tu dinastía en la aldea Nyuuchezuu.

—¿Qué dices? No pudiste derrotar a todos.

—No me crees —dijo burlonamente el chico. Sacó de sus mangas y bolsillos, algunos recuerdos que había tomado y los arrojó al piso, frente a la anciana.

Al acercarse, Cologne reconoció el parche de las guerreras de su dinastía, además de algunos trozos de bastón, sin duda, partes de bastones de sus hermanas.

—¿Por qué? Eres un desgraciado. —La furia por la muerte de su familia había hecho perder el control a la abuela.

Se lanzó al ataque, mostrando la punta del bastón, que golpeó una de las columnas, haciendo que cayeran los restos sobre el chico. El chico no se movió, solamente murmuró algo en voz baja y lo rodeó una semiesfera de color blanco que hizo que la columna se desintegrara al caerle encima.

—No tienes por qué precipitarte, novia. No quiero ganarte porque perdiste el control.

—¿Novia? ¿A que te refieres? ¿Acaso conociste a mi esposo? ¿Y qué asunto dejaste pendiente con él? —La abuela iba recobrando el control de su aura de batalla.

—Eres Cologne, ¿no? —La abuela asintió—. Pues entonces fuiste la novia del maestro.

—¿Maestro?

—Aquél que deshonró el apellido de mi padre. —La furia del chico era evidente, casi palpable—. Por ello debo acabar con todos los que se relacionan con él. ¡Es hora de tu fin, anciana!

El chico se abalanzó para atacar a Cologne, pero la anciana se movía con una agilidad de un leopardo. Los golpes del chico no se acercaban siquiera al cuerpo de la abuela. Para el contraataque, la abuela uso su bastón para aumentar la fuerza del golpe y la distancia entre ellos. Le logró conectar una media docena de duros golpes, que hicieron que el chico se derrumbara.

—Ya veo, así que tu eres la más fuerte de tu dinastía. Entonces deberé usar mi poder casi al máximo.

El chico se concentró y comenzó a lanzar unas puntas filosas, a una velocidad que la abuela casi no podía esquivarlas. Así que comenzó a dar vueltas alrededor de él, a una velocidad increíble, dando la ilusión de haberse multiplicado en 15 abuelas idénticas.

—No podrás con nosotras. —El chico sentía que todas las abuelas lo atacaban al mismo tiempo, por detrás y por delante—. ¿Qué pasa, niño? ¿No puedes distinguir cuál es la real? —La voz venía de todas las imágenes.

La técnica de la abuela era mejor que la suya; él sólo lograba formar, con su velocidad, un cerco que distraía a su oponente. Además, ella lo estaba golpeando fuertemente durante el proceso. Había sobrestimado su poder y ahora que encontraba un oponente de su nivel, estaba siendo derrotado vergonzosamente.

Padre, no puedo derrotar a esta anciana. No es como las otras mujeres de su dinastía, en su aldea. El chico comenzaba a perder el conocimiento, los duros golpes y la velocidad con que se movía Cologne le estaban menguando sus fuerzas. Se dejó caer, quedando arrodillado y sin energía. Perdón, padre, no soy digno de llevar tu apellido. Se llevó las manos a la cabeza y se debatía, te hemos fallado, somos un fracaso.

En los límites de la conciencia, el chico vio a Mousse, observando todo desde lo alto. Recordó su infancia, cuando era inocente y no sabía nada de lo que su padre sufría; recordó como se resignó de no poder cumplir su venganza, al verlo ya en edad de ser entrenado y no poder hacerlo por su condición; recordó cuando su madre murió y quedó a cargo de su padre, errante y sin futuro, como deseaba consolarlo; cómo lo convenció de acabar siquiera con sus dos principales enemigos, Saotome y Tendou, a pesar de su estado, enfermo; y cómo, gracias a un milagro, había conseguido convencer a su padre de que lo entrenara. Y ahora, todo eso no había servido para nada.

—¡¡PARA NADAAAAAA!! —gritó el chico ya delirando—. ¡¡NOOOOO!! ¡¡PADRE, NO TE FALLARE!! —dijo levantándose, sorprendiendo a la abuela, que había aminorado la velocidad de su ataque al ver a su contrincante casi derrotado, así como a Mousse, que se mantenía en custodia del segundo piso.

—¡¡¡NO ME DERROTARÁ, ANCIANA!!! —La furia del chico le había dado a su voz un tono alto, que hacía que casi cualquiera se quedara atónito, como fue el caso de Mousse. No así de la abuela, que aumentó, nuevamente, la velocidad de su ataque, golpeando y mareando al chico.

—Date por vencido niño, nunca podrás conmigo —le decía Cologne, al mismo tiempo lo castigaba fuertemente.

—¿Aaah, no? —murmuró el chico, poniéndose rápidamente de pie y juntando las manos tal como lo había visto. Cerró los ojos y gritó con todas sus fuerzas:

—¡¡RUGIDO DE LEÓN!!

Una torrente de energía emergió de la nada y subió al cielo, cayendo después, destruyendo toda la zona de las mesas del Neko Hanten, así como parte del segundo piso. Además, de golpear a Cologne y a Mousse. Pero lo más grave para la abuela era que al destruir el segundo piso se podía ver el cuarto donde Shampoo se ocultaba.

Recostada en el suelo, la abuela miró hacia arriba y vio a la chica asomarse a través de la abertura.

—Noo, Shampoo, vete, eres la única heredera —dijo con notable dolor.

El chico, aún exaltado, volvió la mirada a la chica recién descubierta y dijo:

—Así que tú eres Shampoo. Vaya, vaya, novia. Veo que sí será el fin de tu dinastía.

—¡Noo! Primero tendrás que pasar sobre mí —se oyó una voz, que pertenecía al chico de lentes que se levantaba lentamente y se acomodaba sus anteojos.

—Bueno, será un placer.

—Te dije que para poder tocar al chico deberías acabar primero conmigo —dijo Cologne, que se levantaba, aparentando que nada había pasado—, y este combate apenas acaba de comenzar.

—Si así es como lo quieres, novia.

Cologne se acercó a Mousse y le murmuró en chino:

—Rápido, llévate a Shampoo lejos de aquí. Deben de huir lo más lejos posible.

—Pe—pero, usted...

—Estaré bien —se dirigió hacia el chico de negro—. Y recuerda, cuida bien a Shampoo, la dejo bajo tu responsabilidad. —Eso le daba, definitivamente, a Mousse la mano de Shampoo en matrimonio. Pero en ese momento no se alegraba mucho, pues había oído que de la dinastía de Shampoo sólo quedaban dos sobrevivientes, y estaban justamente ahí, con él—. ¡Mousse, qué esperas, llévate a Shampoo!

—No servirá de nada que huyan, pues los alcanzaré después que te halla derrotado, novia.

—Eso lo veremos. —En ese instante Mousse y Shampoo salían juntos.

—Te lo prometo abuela, palabra de Rikio —Mousse alcanzó a oír esto último. Rikio, lo recordaré, dinastía Rikio, y desapareció.

Se quedaron quietos durante un momento que parecieron horas, hasta que el chico llamado Rikio se quitó la parte superior de la túnica china que portaba, dejando al descubierto un dougi con el emblema de su familia, bordado en el centro del pecho. Las conjeturas de Ryouga eran correctas, los brazos de Rikio eran musculosos y se veía que había entrenado arduamente; el color de su piel, como el de su rostro, estaba bronceada.

—Bueno abuela, ya sabe quién soy yo. Por lo menos ha tenido el honor de saberlo, el último pobre chico con el que combatí. No logró saberlo nunca, aunque muerto, ya qué le importa.

—Conociste a Ryouga. Sólo así pudiste haber aprendido el Rugido de León.

— Sí, el último Hibiki, Ryouga, como usted le llama. Pero eso no tiene importancia ahora, por lo menos para usted, pues pronto le hará compañía en el otro mundo.

Rikio dio un paso atrás y, con gran velocidad, se acercó a la abuela, que lo estaba esperando. Intercambiaron una serie de ataques, el chico con los puños y la anciana con su bastón. La batalla iba en ascenso, cada vez con mayor rapidez. A cada golpe de Rikio, Cologne lo detenía con su viejo bastón y respondía con poderosos golpes, que de haber tocado a alguien, lo hubieran dejado mortalmente heridos. En ocasiones el golpe de ambos era tan poderoso que su oponente salía expedido por toda la estancia, siendo detenido por algún pilar o la pared más cercana.

El combate se estaba alargado, y ninguno parecía ceder a perder la batalla. La abuela dio un salto, y se dejó caer, con toda su fuerza, desde lo alto, con el bastón al frente, en la caída, lo colocó horizontalmente, con el propósito de imprimirle más potencia a su golpe, pero Rikio, que se encontraba cerca de una pared, se adelantó unos pasos, dando la impresión de esquivarla. No obstante, fue para tomar una ligera distancia y correr hacia la pared, saltando hacia ella e impulsándose, para lanzarse cara a cara, en el aire, a la abuela. El choque fue directo, quedando los dos paralizados en el aire, midiendo fuerzas, hasta que la abuela logró asestarle, horizontalmente, el golpe, haciendo caer al chico al suelo, donde se quedó tendido unos instantes.

La abuela cayó, montada en su bastón, en el otro extremo de la ya casi destruida casa. Volteó y vio como Rikio se levantaba dispuesto a seguir la batalla, vio en sus ojos la determinación de un guerrero incansable, motivado a seguir con una batalla hasta el final, no importando las consecuencias.

Se quedaron mirando por un momento; el cansancio era notable en ambos. El chico se preparó a atacar y corrió al otro extremo del lugar, donde se encontraba Cologne, que se preparaba a recibir su ataque. El puño de Rikio fue parado por la punta del bastón, entonces el chico se agachó y tiró una barredora que hizo saltar de nuevo a Cologne, pero esta vez el salto fue para impulsarse y girar con velocidad para crear otras Cologne.

En esta ocasión el chico se quedó inmóvil, mientras esperaba lo inevitable, la disminución del círculo de ataque de las copias de Cologne, pero ahora no se desesperó y esperó el primer golpe, que venía de atrás, con la finalidad de sorprenderlo.

La abuela hizo para atrás su bastón para golpear rápido a Rikio, y seguir dando vuelas. A la hora de acercarse, el chico levantó, poco a poco, la pierna derecha, y se dio la vuelta rápidamente, para sorpresa de la anciana. Tras un instante, salió volando la mitad superior del bastón de Cologne y fue a caer lejos de ambos.

—¿Cómo lo hiciste? —preguntó incrédula la anciana.

El chico no contestó, se limitó a embozar una sonrisa y cerrar su puño izquierdo. Al abrirlo, apareció una esfera blanquiazúl de energía; era la misma que había hecho explotar la cabaña donde se encontraba Ryouga. La lanzó hacia la abuela, pero golpeando la parte de la casa que no había sido destruida aún. Los restos de la casa cayeron sobre Cologne, que no tardó en salir de nuevo y pararse frente a él.

Una vez de pie, la abuela sabía que debía acabar con él lo más pronto posible, así decidió usar el Dragón volador.

—¡Ven, atácame si te atreves! —gritó al Rikio.

El chico se preparó y atacó a Cologne, que únicamente se dedicaba a bloquear los poderosos golpes que el chico soltaba; la energía que se iba acumulando iba en aumento, mientras la espiral llegaba cada vez más a su mortífero centro.

Cologne estaba lista para dar el golpe final, que haría un torbellino verdaderamente poderoso, se hallaba a sólo dos pasos del centro, bajó su brazo derecho, con el daría el golpe final.

—¡Dra...! —Un instante antes de que el puño de Cologne hiciera contacto con el muchacho, desatando así todo el poder del dragón que subía al cielo, el chico la interrumpió al gritar.

—¡¡Abrazo de Hidra!! —Extendió sus brazos lateralmente y mostró las palmas de las manos hacia afuera, cerrando los dedos poco a poco, como si estuviera agarrando algo invisible. Fue moviendo hacia enfrente sus brazos, sin flexionarlos ni un instante y juntó sus manos, estrechándose entre sí, todo en una fracción de segundo.

Cologne se sorprendió al ver que no pasó nada después de asestar el golpe final, pues no había surgido el remolino, causado por la diferencia de temperaturas del ki. Sin embargo, vio que justo donde se encontraban parados iba apareciendo un punto de color morado, que salía del suelo, que se iba ensanchando cada vez más.

El chico saltó al instante hacia atrás, quedando fuera del ahora círculo, del cual surgieron inesperadamente varias cabezas de energía, que pertenecían, sin duda, a una hidra. Se levantaron hasta la altura de Cologne, y la rodearon, no permitiéndole la salida. Al cerrarse entre sí, las cabezas se transformaron en una esfera hueca que contenía a la anciana china.

Cologne aspiró aire; se dio cuenta que no era obstruido por la esfera, pero no podía salir. Levantó el brazo derecho y con su índice golpeó la pared interna de la esfera, sin ningún resultado. Se hincó y cerró los ojos, pasaron unos instantes y se levantó de un brinco y un torrente de energía subió a lo alto, pero no logró destruir su prisión. Es cuando se inmutó que el chico se mantenía de pie frente a ella, con su brazo a la altura de su cara, con la mano entre cerrada, como si sostuviera una...

—¡No! —murmuró la abuela—. ¡Como si sostuviera una esfera!

Rikio fue cerrando poco a poco la mano y el temor de la abuela se hizo real. Entre más cerraba la mano, la esfera se empequeñecía más y más. El chico la miró y dijo con notable soberbia.

—Es tu fin, novia. Nunca debiste dejarme vivir cuando pudiste derrotarme. Ahora, tengo tú vida en mis manos y nada de lo que hagas te podrá sacar de la prisión que te limita.

—¿Por qué? Yo ni te conozco. —La abuela se veía realmente asustada. No lo creía, estaba a punto de morir, y de manos de un chico.

—¿Sientes mi aura? ¿No se te hace conocida? —La abuela se le quedó mirando suspicazmente—. ¡Sí!, estás en lo correcto, se parece a la del maestro, a la del maldito, a la del que destruyó la vida de mi padre, a la de Happosai.

—¿Happosai?

—Es su culpa. Y todos sus discípulos y herederos tendrán que pelear conmigo. Debo de derrotarlos para que mi familia sea la de los —titubeo—, hombres más fuertes, como debe de ser y como lo prometió.

—¿Pero yo que tengo que ver?

—¡Tú eres la culpable, por tus recetas chinas que hacen fuerte a los hombres! ¡¡Tú se la diste!!

—¡No, te equivocas! Yo no teng... arrrgghhh.

—No me importa, tu destino ya ha sido decidido. —La mano de Rikio ya casi estaba cerrada—. No es mi culpa. Yo no quiero hacerlo, pero así debe de ser.

Un momento antes de cerrar totalmente su mano, de los ojos de Rikio surgieron un par de lágrimas que resbalan por sus mejillas, su mano se entumeció. No podía acabar con otra vida más así de fácil.

Habían sido tantas, que el dolor comenzaba a tener efecto en su corazón. Debatía consigo mismo; en su cabeza sólo escuchaba las palabras de una voz que le suplicaba, no lo hagas, no lo hagas.

—¡¡CÁLLATE, CÁLLATE!! No me vas a convencer, es mi destino. Es por papá.

Pero papá no deseaba sus muertes, sólo que se rindieran ante él o que quedaran incapacitados.

—Pero el maestro es el culpable.

Es al único que tienes derecho de matar, al único. Deja a esta anciana, ya la has derrotado.

Rikio vio como la anciana, como los ojos casi cerrados, no podía luchar más.

Ya has matado a un chico que hubiera sido un buen oponente en el futuro, continuaba la voz.

—¡Está bien! ¡Está bien! No la mataré, pero me encargaré de que no pueda volver a pelear.

Con increíbles movimientos de sus dedos, la esfera que rodeaba a Cologne se fue haciendo pequeña, hasta que fue del tamaño de un puño de la anciana. Cologne, fuera de su prisión, cayó de espaldas al suelo, la pequeña esférica sobrevolaba su cuerpo, hasta que, lentamente, penetró en su pecho.

El chico se quedó inmóvil, la voz ya no lo molestaba. Sonrió.

—No sé si consigas sobrevivir —se dirigió al cuerpo inerte de Cologne—, pero más vale que no combatas, pues estallaría la compacta esfera de energía que ingresó a tu cuerpo.

La vio por última vez y se alejó. Ahora era el turno de Tendou, pero tenía que decir primero si aquella linda pareja que huyó formaban parte de los herederos de Happosai. Tenía mucho que meditar. Se dirigió al bosque, nuevamente.


Los dos chicos chinos se habían detenido de pronto. No tenía caso huir, pues alguien capaz de derrotar a Cologne no demoraría mucho en acabar con ellos. Mejor era regresar y ayudar a Cologne en lo que pudieran. Durante su regreso, la mirada de ambos se entrecruzaron varias veces, Ninguno de los dos había hablado desde que salieron del Neko Hanten. Dentro de sus cabezas, sin duda, se debatía la nueva resolución de la abuela, dejando a Shampoo a cuidado de Mousse. Por más que la chica amara a otro hombre, si Mousse lo consideraba peligroso para ella, se debería mantener alejado y no perturbarla. Era obvio que Mousse, nada más tuviera la oportunidad, declararía peligroso a Ranma para Shampoo y se debería mantener alejado.

Cuando estuvieron lo bastante cerca para ver el restauran chino, no vieron indicios de una batalla, por lo contrario, todo estaba tranquilo y quieto. Se acercaron poco a poco y comprobaron que la batalla había terminado; temían saber el nombre del vencedor.

Se tranquilizaron al ver que el oponente de Cologne ya no se encontraba ahí, pero también sentían un pánico terrible y ese era resultado. Siguieron avanzando, hasta que entre unas mesas volteadas vieron el cuerpo inmóvil de Cologne. Corrieron hacia ella.

—¡Abuelita! ¡Abuelita! —gemía Shampoo mientras trataba de hacer volver en sí a Cologne—. ¡No, abuelita! ¡Despierta!

Mousse recorría el lugar destruido y encontró las dos partes del bastón de la anciana. Se ve que fue una gran pelea, pensaba. Pues si lo decía podría herir a Shampoo y nunca se lo perdonaría. Se acercó a la chica amazona al oírla llorar.

—¡Abuelita! ¡Abuelita! —La voz de la chica ya era muy débil.

Como oyendo las suplicas de su nieta, Cologne comenzó a cobrar el conocimiento.

—No llores, hija. Sería una vergüenza que una de las amazonas te viera en ese estado.

—Pero ellas...

—No lo digas. —Guardó silencio un momento—. Si pasó algo, espero que alguna haya sobrevivido. Pero ahora no importa mucho eso. —Le ayudaron a levantarse—. Tenemos que derrotar a Rikio, pues sin duda irá a buscar a Ranma y los demás que tengan que ver con el tonto de Happosai. No sé qué le habrá hecho a la familia de ese chico, pero tiene mucho que confesar.

Le dedicó una mirada al chico de lentes. En ella no había ya el común despreció por el chico, al contrario, comenzaba a creer que no era tan inútil como siempre lo había considerado, pues habría dado su vida, si era necesario, con tal de proteger a Shampoo.

—Bien, vamos al Doujou Tendou.

Y los tres salieron dejando el destruido lugar atrás. Quizás era hora de regresar a China, una vez que ajustara cuentas con ese tal Rikio.

Dentro del pecho de Cologne, una luz brillaba, esperando el momento para estallar.

 

Fin del capítulo


Glosario:

Chichi: Del japonés, papá.

Hokkaidou: Isla nórdica de Japón. Hace mucho frío casi todo el año.

Sayounara: Del japonés, adiós.

Kisama: Del japonés, tonto, bueno para nada.

Nani: Del japonés, qué.

Musabetsu Kakutou Ryuu: Estilo de pelea libre creado por Happosai.

Dougi: Traje de un artista marcial, como el de Akane o el de Gokuu. También conocido como gi.

Rikio: El apellido está formado por los Kanji de Otoko (hombre) y chikara (fuerza).

Kekko desu: Está bien.

 

 
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Ultima actualización:  16/12/01